Ayer volví de Xela. La tarde perfectamente gris y hermosa: lluvia, nubes y frío del bueno. El bus en la fila para salir de la ciudad y una revista literaria entre manos.
En Tecpán me di cuenta que me había dormido mucho tiempo y que mi vecina de viaje, una madre indígena roncaba tranquila. Su hijo, de dos años , se abrazaba a mi cintura en busca de calor. Cuando me moví abrio los ojos y se rió conmigo mostrando una boquita de incipientes dientes. Quise abrazarlo.
Ya era de noche y cerca de San Lucas me acordé de algunas correrías amorosas cuando era adolescentemente irresponsable. Y feliz como ahora.
Precioso momento, precisa felicidad...
ResponderEliminarAbrazo bro, P.
Una pregunta. Este es el primer post de su blogg?
ResponderEliminarHe disfrutado leerlo hasta el ¿final?. En fin, aún llevo en el corazón el post de Alicia, "Adios Alicia". Gracias por escribir.