jueves, 14 de junio de 2007

MADUREZ EN CIERNES

Jugamos con Pablo José en la calle. A los Jedis y al futbol y a volar. Estamos en su casa, lejos de la ciudad y una bella vista se dispone frente a nosotros. Algunas vacas esperan a la niebla debajo de un árbol y las colinas verdes hacen circular un viento frío, refrescante, de invierno y lluvia.
Hay una construcción algunos metros debajo, se levanta un nuevo condominio y los trabajadores toman café frente a un improvisado fuego. Entre ellos dos ojos nos miran, los únicos del grupo, negros y aindiados.
Mira la espada Jedi que se ilumina gracias a las baterías. No sé si la desea o simplemente le atrae el aparato - juguete ese. Es un niño apenas en el umbral de la pubertad y se dedica a la albañilería, oficio tan necesario en estas latitudes, menospreciado y duro.
Seguramente truncó sus estudios, el pequeño trabajador. Será unos cuatro años más grande que mi Pablo José, pero le adivino las manos de hombre, inclusive más ásperas que las mías. Se me ocurre invitarlo a departir los últimos alientos de una niñez dura, antes que siga conviertiéndose en un tipo igual de duro, abyecto y bueno, como otros albañiles que he conocido.

3 comentarios:

  1. La paternidad se me hace que es como abrir los ojos y sentirse iluminado. Feliz día del padre.

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  2. Gracias Lorena! Siempre un gusto de saludarte y tengo pendiente el comentario de tu libro....

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