El trabajo en ambas materias, decía en el texto anterior, se trata de la continuidad, del diario vivir. Inevitablemente si se deja de ejercer en un momento, se oxidan las ideas. No es que alguien decida así del aire "hay carajo, se me ocurrió un poema y ya", o "como que ya es hora que haga un reportaje sobre este tema". Para eso hay que ejercitarse, mantener los sentidos atentos para lograr la empatía justa entre inspiración y trabajo.
Si no se lee, si no se observa y hay autocrítica, es casi imposible lograr un tema y desarrollarlo exitosamente. Por lo tanto la diferencia entre un periodista y un poeta es casi léxica.
Pero no al mismo tiempo. El poeta se para en una tradición oral y escrita milenaria, el periodista tendrá 150 años que le preceden. Lo sé, son géneros diferentes pero la aproximación es similar.
Entonces mientras un reportero busca el suceso noticioso, el poeta mira a través de él para hallar la escencia de la sociedad. Por mucho análisis que se publique sobre un tema, prefiero la versión lírica del asunto. La historia son hechos fríos, placas de mármol con hechos escritos; el poema es la carne de ese tiempo.
Sé de la Guerra Civil Española gracias a Vallejo y Lorca, no por las noticias de esos años. La noticia se pierde en una avalancha de nuevos datos, nuevas historias que aparecen a diario y que la gula informativa de la modernidad, condena al olvido cada nota publicada. El poema (si es bueno, claro, si tiene demonio adentro) sobrevive a todo. La literatura es lo sutil de lo triste, la poesía su manera de contarlo.
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