FLAMENCO CHILL Y LA TRISTEZA

Me ha dado por la nostagia estos días. Los post anteriores no son más que el reflejo. Vayan a saber ustedes las razones, acaso la muerte de la Gaby o la de doña Mili ayer por madrugada. Me trago la música de Chambao a dosis fuertes y astringetes.

La voz de la Mary me pone triste y todo lo que miro está triste. Mis amigos andan tristes y me siento triste cuando me pega el sol. Es cierto. En la oficina no nos han puesto las cortinas y tengo una linda vista de la zona 10 desde lo alto pero el sol jode cuando empieza a ponerse y es realmente molesto trabajar así. O actualizar el blog, que es lo mismo.

Fui a pagar la renta y la fila larga era de quejas. Todos haciendo números para ver cuánto queda para que termine febrero y vuelvan a pagar. No sé si se dieron cuenta pero este pinche enero duró cinco semanas y febrero, como cosa rara, también durará casi lo mismo. Carajo.

Doña Mili era una viejecilla que me contaba chistes blancos, de salón. Tenía casi un centenar de años y leía mis columnas en el periódico. Me regañaba por liberal y comunista (obviamente no entendía ni uno ni lo otro) porque escribía a favor de los gays y en contra de la imposición de criterios, así fueran gringos o nacionales. Era la abuela de mis primos y tenía el cabello púrpura. Devota de la Virgen de Concepción, gracias a ella conocí la tradición de los Diablos y Bushes en San Pedro, San Marcos. Se murió dormida.

El sábado vi una película espantosa y pensé un rato sobre la falsa tristeza de los Emos, esos chicos y chicas vestidos de negro y con el pelo alborotado y sucio. Aretes y zapatos flojos, calcetines a rayas. Disonantes y abúlicos. Aburridos. Como cualquier tipo de tristeza, es una moda.

Me mordí la lengua el sábado por la mañana mientras dormitaba viendo el Discovery Channel y hasta hoy me duele. Leo sobre la moda y me aburro. Mi apartamento está solito a pesar de estar lleno de libros hasta el techo. Mi gata escuchaba Chambao y dormía en mi pecho mientras el incenso llenaba el cuarto. Mi linda y lejana gata.

He escrito esto durante todo el día, a pausas porque no puedo darle continuidad culpa del trabajo. Así que mi sentimiento inicial ha mutado a algo raro. Menos la tristeza que me causa el sol en la cara, que ahora se refleja en el edificio de al lado y burla el cartón que puse para bloquearlo.

Ya los días de fin de año realmente se terminaron. Aquí el mundo inicia con rabia otro ciclo hasta agotarse once meses después. Tengo que regresar a la poesía, leer novela me está engordando los sesos y no puedo respirar de tanta grasa narrativa.

En este momento me como unas plataninas (frituras de plátano estilo papalinas) que saben a gloria y el gusto salado me devuelve cierta cordura y alegría. Hoy entra un nuevo frente frío por la noche y quiero dormir abrazado, debajo de capas y capas de edredones mirando televisión, el History Channel posiblemente, o desempolvar el compact player y seguir con Chambao y la angustia de la Mary dejando endorfinas para la mente. Espero pasar pronto este february blues.