CRÓNICA DE UN DIVORCIO

El mundo del amor es una mierda. Afrontémoslo. A todos nos han roto el corazón al menos una vez y hemos sido artífices de dolores profundos. Qué tiene el amor que tanto se busca? Es una necesidad la compañía, la búsqueda del complemento? Seguro, nuestra condición humana, natural, nos predispone al acercamiento. Somos entes sociales, gregarios pero a la vez independientes. Se busca la autonomía, ser libres, y en ello, ser libres junto a alguien que comparta los mismos ideales.

No es nada fácil, sin duda. Es decir, es imposible. Conforme vivimos conocemos personas que nos mueven el suelo y nos hacen alucinar con música de The Carpenters, Frank Sinatra, Alejandro Sanz. Pero nada es igual siempre, la dialéctica es inherente al mundo. Todo cambia y se mantiene la idea inamovible del ser amado, quien cambian junto a uno. Si siguen en la misma sintonía, todo bien. Si no, obviamente los caminos se separan y allí aparece el desarraigo, la separación. Entonces terminamos borrachos, no, bien a verga, escuchando a José José, Tigres del Norte o Jeannette.

En fin, el asunto de tanta casaca reside en el asunto siguiente: hace dos semanas que el estado guatemalteco me acepta como divorciado. Un proceso de seis años donde las peleas, el ostracismo, resentimientos, orgullo y todo el lado oscuro del corazón, llegó a su final. Y bueno, yo que miro tanta televisión, estaba seguro que el mundo de los juzgados era cosa de terna, juez, jurado, fiscal, defensor, butacas del lado derecho del compareciente y del izquierdo, del demandante.

Pero no, cuando nos pusimos de acuerdo en los términos de separación, donde ella me ganó (el sufrido hombre), nos dieron audiencia y ese lunes me miraban a mí de saco tomando un café en un Burger King esperando que ella llegara. Estábamos nerviosos, nuestro primer divorcio.

Ella té y yo café, sentados en una mesa, esperábamos a que diera la hora para ir a la primera sala del juzgado de familia a terminar el proceso. Estaba radiante y yo también. Somos guapos y nuestro hijo lo afirma. Bueno, en la foto tengo cara de desquiciado, pero eso evolucionó a un joven contemporáneo de buen ver, jajaja! Hablando tonterías caí en cuenta que fue en un Burger King donde le pedí que se casara conmigo hace seis años y meses. Éramos unos jovencitos que serían padres en cinco meses. Ese día lloró mucho y yo estaba confundido.

El movimiento en el Centro Cívico, que es donde se ubica el Banco de Guatemala, la Municipalidad, Finanzas Públicas, Crédito Hipotecario Nacional y la Torre de Tribunales, es enorme: la gente camina con folders, papeles, trajes, tacones, circusntanciales, negocios de máquinas de escribir, fotocopiadoras, comedores, ventas de cualquier cosa. Ese lunes llovía y muchos paraguas de aquí a allá.

La cola. Llegamos temprano y los abogados, todos, platicaban entre ellos. Los únicos silentes éramos las parejas que allí estábamos para romper vínculos civiles. Unos señores muy adultos que me dejaron pensando qué sería de ellos en esa soledad que viene con los años, cada uno por su lado. Dos parejas jóvenes más. Unos realmente peleados, en cada esquina, la guapa chica llorosa mientras que su marido, un poco más grande, sonriendo pleno con odio en los ojos. Cínico le dice a su abogada, "mire, al menos hoy sí se arregló, señalando a su futura ex", a ella le explotaron bombas en los ojos.

La sala es como un dispensador de comida rápida: se hace cola a una especie de ventanilla, se leen las condiciones, se acepta y se firma. "Ya estan divorciados señores", dijo la auxiliar, "son libres". Y eso fue todo. Una cola para firmar y ya. Adentro, un señor rogaba que su mujer no se divorciara de él, que le perdonara.

Salimos. Los abogados se fueron a la suyo. Nos miramos largo y hablamos algo de nuestro hijo. Lloviznaba, sombrillas, tacones rebotando en el asfalto, trajes marcados con gotas de agua, luces de fotocopias, papeles por doquier, tramitadores ofreciendo sus servicios, oficinistas de trajes sosos, secretarias de medias corridas, policías con su diligencia de presos, todo el Centro Cívico se mueve a pesar de la lluvia y la muerte.

Nosotros, los hombres y las mujeres, somos taxis de trámites densos y profundos que nunca entenderemos. "Nos vemos el domingo", dije. "Con cuidado", dijo y caminamos de espaldas uno a otro siendo parte de ese diario formulario que es la vida.


(Imagen letsgetgreen.wordpress.com)