ANTINAVIDAD 2009

La furia se me fue difuminando con este último invierno. Las lluvias me lavaron el odio y ahora contemplo a Hunapú, el gran Volcán de Agua todas las mañana antes de ir a trabajar. Me quedo pensando en lo bueno que es estar vivo.

El tráfico navideño agobia a los conductores pero ya no miro con desprecio la retahíla de compradores ni vendedores. Pronunciarse contra la Navidad es cansado, no tiene sentido y es un gasto de fuerza por nada. Tengo trabajo, una buena cama y libros. Amigos por montones que me quieren y quiero.

Mi Antinavidad de este año es en contra de las Antinavidades. Es cliché decir que Santa es una mierda y etcétera. Ahora lo dejo ser, que exista porque tiene que hacerlo. Además, no es coherente conmigo mismo cuando le narro los cuentos a mi hijo.

Cuando recibí mi primer y única bicicleta de toda la vida, mi padre y mi madre me hicieron correr de un lado a otro por la casa porque Santa estaba arriba en el techo dejando los regalos. Y regresé jadeante para saber por dónde se había ido, me dijeron que era una lástima pero había dejado eso, la bici, para mí. Me cagué.

Ahora, con 32 años recuerdo eso con cierta ternura. Por lo tanto no puedo enojarme con el panzudo rojo este año. Talvez el otro, pero lo dudo. Creo que conforme se crece se hacen las paces con muchas cosas. Yo estoy en ese periodo.

Extraño muchas cosas por estos tiempos, pero principalmente a muchas personas que amo y que por distintas razones, ahora no están conmigo. Es parte de crecer. También hay que asumirse y aceptar que el mundo nunca será como uno quiere que sea.

Se busca el promedio, esa frontera entre uno y el otro mundo, el propio y el ajeno, para estar como mejor se pueda porque inevitablemente hay que seguir adelante y tratar de ser feliz. Algo que les deseo a todos ustedes.

Así que antes que me convierta en un viejo insoportable y me toque interpretar a Santa Clos para mis nietos, me gozo esto porque ni modo, hay que aprender a aceptar lo bueno que la vida le pone a uno enfrente y lo malo, pues que otra si no hacerle huevos.

Y ya que ando cursi, dirán ustedes, aquí un poema de Jaime Sabines que me resume estos días contemplativos y atareados. Talvez el otro año hasta haga Nacimiento y arbolito en mi apartamento.


¿Qué putas puedo?

¿Qué putas puedo hacer con mi rodilla,
con mi pierna tan larga y tan flaca,
con mis brazos, con mi lengua,
con mis flacos ojos?
¿Qué puedo hacer en este remolino
de imbéciles de buena voluntad?
¿Qué puedo con inteligentes podridos
y con dulces niñas que no quieren hombre sino poesía?
¿Qué puedo entre los poetas uniformados
por la academia o por el comunismo?
¿Qué, entre vendedores o políticos
o pastores de almas?
¿Qué putas puedo hacer, Tarumba,
si no soy santo, ni héroe, ni bandido,
ni adorador del arte,
ni boticario,
ni rebelde?
¿Qué puedo hacer si puedo hacerlo todo
y no tengo ganas sino de mirar y mirar?