EL NUEVO PERIODISMO ES LA PERIFERIA
Siempre he pensado que la poesía, al igual que el periodismo son oficios que comparten el trabajo diario. No hay noticias sin la constante labor del periodista y no hay libros descollantes de lírica, sin el trabajo de cotidiana observación del poeta.
Por lo tanto, están delimitados en la forma. Ya todos sabemos del ahorro del lenguaje del periodismo y de su parquedad en figuras literarias. Mientras que un poema hecha mano de su herramienta más efectiva: la metáfora.
Aunque, no me dejarán mentir, sería alucinante leer un periódico que plantee la información redactada en poemas. Acaso la muerte dejaría de ser ese agrio pan diario para convertirse en el esperado postre luctuoso en las páginas matutinas y los concursos de periodismo serían al mismo tiempo, juegos florales.
Estas diferencias les divorcian. Pero, haciendo una referencia bíblica, cual Ismael e Isaac, ambas disciplinas comparten el mismo padre (o en el caso de los mareros y diputados, una misma madre).
Ese alfa común del periodismo y la poesía es la incesante búsqueda de la respuestas a algo. El periodismo nos ofrece explicaciones inmediatas, lo primero que pasa, sin ahondar mucho en la naturaleza humana, pero sí, en los hechos. Por lo tanto, el periodismo es un ejercicio de la inmediatez. La prontitud.
Mientras que la poesía, va de la mano con la paciencia. Si bien las preguntas pueden ser las mismas, el tratamiento que le da la poesía a estas es una profunda reflexión personal. El poeta es su misma fuente, su propio entrevistado, autofotógrafo de sus condiciones. El poema es el resultado del fuero interno, de la rotativa poética. La poesía es un ejercicio de la eternidad.
Allí la diferencia mayúscula. El periodismo es olvidado y la poesía persiste. Uno responde a inquietudes diarias, mientras que la otra, a preguntas viejas como el polvo. Posiblemente por eso cuando el poeta se convierte en reportero, o un periodista en poeta, poco a poco va perdiendo el asombro de sí mismo. Su fe.
Nuestro anónimo personaje de Días Amarillos encaja perfectamente en lo descrito anteriormente. Es un escritor que trabaja como reportero de un pasquín sensasionalista llamado La Alerta. Que bien encaja en el perfil de La Extra. O Prensa Libre, o Siglo Veintiuno, o El Periódico, o La Hora. Ya saben, nada que ver con Al Día o Nuestro Diario de Centroamérica.
Esta novela es un repaso de medio año en la vida de un reportero y sus andanzas por el Centro Histórico. Personalmente me identifiqué él ya que fui reportero por casi 10 años para diferentes medios y "salir a la caza de la noticia" (analogía bastante pobre donde me remite a un safari con la diferencia que no tenía pigmeos que me cargaran el equipo, si no yo, personalmente, era mi propio negro) suponía un castigo ya que - ojo - mis fuentes eran de esos poderes oscuros donde la misantropía es el pan diario, donde el respeto a la vida una utopía, el favoritismo pululaba como moscas sobre cadáver y la corrupción hacían de mi labor, algo deliberadamente peligroso para mi vida. Yo era periodista cultural.
Pues de la misma manera nuestro analítico persona de Días Amarillos, se devana la cabeza y cuerpo entre el alcohol, el inframundo de la historias urbanas y un exilio personal muy particular. Conforme avanzaba en el libro me dije "Este tipo sí sabe de lo que está hablando", me refiero al personaje, claro. Se asume un cínico y decide aislarse de lo que se puede llamar una vida normal. O que intenta serlo. Divorciado, un hijo, un trabajo mediocre. No opta a nada más. Todo le hastía. Trabaja mecánicamente y pocas cosas penetran la coraza que se construye al mismo tiempo que se adentra en la ciudad.
No hay redención en nada. La crítica que se hace en Días Amarillos destila sobre los hombros de todos, espesa y corrosiva. Nadie sale bien parado en este libro. Y oh, colmo y esperanza de nuestras latitudes, nos habla de un policía honesto. No sé si es la manera que el autor utiliza para terminar de burlarse de nuestra condición de habitantes de esta ciudad.
El lenguaje utilizado es amable con el lector, impone un ritmo de lectura que cambia entre la aguda narrativa que nos ha acostumbrado Payeras, al devenir interno del personaje, a sus notas publicadas en las alucinantes páginas de La Alerta y terminando con el perfecto postre: la ratahila de titulares que nuestro reportero ha publicado.
Antes yo solía coleccionar recortes de periódicos porque me parecía un ejercicio de mi tiempo, un testamento de mi entorno cultural. Los archivé y ahora que por novena vez en mi vida me he cambiado de casa, los reencontré. Las páginas se tornaron amarillentas y eso, además que estaba leyendo el libro de marras, me dio mucha tristeza. Digo, uno no se da cuenta de lo ingenuo que es hasta pasado un tiempo.
Días Amarillos es una novela que bien puede ser tomado como un ejercicio de periodismo Gonzo, muy al estilo de H.S. Thompson, donde los eventos personales son tanto o más importantes que los supuestos sucesos que el periodista cubre. Este tipo de literatura que utiliza la labor del reportero como trampolín a una narración que no tiene importancia, a nadie más que al quien lo escribe.
Pero está escrita de tal manera que ese nimiedad, ese momento en la vida del personaje se torna importante para entender un pedazo del pie social. Sumado al manejo del humor en las situaciones más desesperadas que se puedan imaginar. Poca gente logra eso y Días Amarillos de Javier Payeras, es un excelente ejemplo de ese género híbrido entre periodismo y literatura, pero con sabor a indita. Y también a licor.
Con el tiempo, ya lo sabemos todo periódico se torna amarillento. Aquí entendemos que eso, no es otra cosa que un reflejo de la vida.
(FOTO MERCEDES RODRÍGUEZ)
10 comentarios:
Hmmm. Suena interesante. Habra que ponerlo en la lista de libros por leer.
Javier es el inventor de un homero simpson que no solo bebe, sino que también es un genio criminal que escribe.
Independientemente de que esta sea una versión de la novela chilena Tinta Roja, que hasta fue llevada al cine por un peruano; lo interesante del caso es que en este país sucede que la poesía es publicada con "la parquedad literaria del periodismo". Comparen la similitud entre aquel sambito y Nuestro Diario, o al otro negrito aquel y Al Día y me darán la razón.
Pero compren el libro de Payeras, siquiera por la memoria de su heroico tío.
Y vos cuando vas a escribir un best-sellers también o por lo menos un buen post
mmmm... interesante propuesta, sin embargo, días amarillos no ha llegado a mis manos aún... (pronto, lo prometo, pronto...)
saludos, xoxo
perfecto. Agrego algo: yo creo que el Derecho es una rama de la literatura. Henos los abogados inmersos en la ficción. Hela la justicia, puta de la ficción. Los Notarios son poetas litúrgicos, de acuerdo a sus fórmulas, se sacrifican bienes, negocios y herencias. Las mujeres me enseñaron del engaño. Ahora entiendo por qué los curas y los abogados usan falda cuando trabajan. Detesto la toga. Preferirìa las pelucas. Ay.
pero lo jodido esta en mantener el balance entre la poesía y el periodismo, cuando te gana el periodismo te pones medio tieso, cuando te gana la poesía escribis el mismo artículo como 15 veces y te deprimis frente a cualquier expediente.
A veces pienso que la gente es bien analfabeta para leer entre líneas. Todos se perdieron el sentido de su post (el verdadero, digo) y eso que todos "leyeron". Mire pué...
Me tocó mucho tu post por que finalmente respondiste lo único que te hubiera preguntado en posts anteriores: ¿por qué el súbito cambio?. Ya ves, no tuve que hacer la pregunta, sabía que vendría la respuesta :). Hablandote así sin cuentos, imaginé que por allí iba la respuesta.
Y aquí como comentario totalmente abierto, sin esconderme, dejando afuera toda hipocresía y haciendo uso del derecho que tengo de diferir con las elecciones y forma de vida de mucha gente que, en medio de todo, también estimo muchísimo y frecuento, te digo:
FELICIDADES por haberte alejado de todo esa falsedad, de toda la carga, de las apariencias y demás. Fue lo mejor que pudiste haber hecho, lo digo en verdad y sin tapujos. YO, en lo personal, hubiera hecho los mismo... algo así como hizo don Gabriel W. también. Un abrazo grande por esa elección que hiciste, me hizo empezarte a leer y a dejarte estos comentarios que sé entendes muy bien.
Haberte equivocado o no de camino, de persona, de oficio, de ilusión, de objetivos y demás no te hace ser menos persona (sé que lo sabes, sólo debes terminártelo de creer)... tan sólo te hace ser más humano. Y la humildad que conlleva el que lo escribas acá abiertamente, más humano que muchos.
Sé que ya tenés el sentido de nuevo... perdé el miedo, hacelo tuyo. ¿Por qué lo sé?... soy medio bruja ;)
Te dejo una flor de loto, como ofrenda en este post.
Abrazo.
P.D. lo de que soy medio bruja era fregando, verá... lo aclaro por que hay mara que se toma esta onda de los blogs como su vida, cuando es pura fregadera. No se asuste oyo!!! jajaja
Aguas jp que la prosódica tira las cartas y lee las manos y la mente y la bola de cristal y el café y la planta de los pies y los colochos del mux y la caspa y el lenguaje ensamlador y la numerología de las páginas amarillas entre otras artes brujísticas jejeje
siempre aguas con las malas juntas, ya ves que este texto se originó en una mesa donde estábamos Javier, Nacho votas y yo, ush no!!
abrazo compradre
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