viernes, 25 de noviembre de 2011

PLAYA DEL CARMEN, SE ME PERDIO LA CADENITA


(Con esta crónica celebro el cambio de header de Fe de Rata, ahora por el talentoso artista Alejandro Azurdia, disfruten).

Desconfío de los sucios hippies como si el mismo diablo me ofreciera coca (ya lo hizo el hijo de puta y me vendió anfeta molida y desde entonces no siento el olor a café). En su supuesta rebeldía contra todo lo que huela a establishment son capaces de estafar hasta a un Bodhisattva en ciernes como yo. Y luego se regodean entre ellos luciendo su breve presea como la gran victoria del milenio, los ignorantes marihuanos esos.

Hay dos clases de hippies, los de playa, que no son otros que el hippie heredero de la tradición nómada que cuando se quedan sin dinero, trabajan en bares o restaurantes informales para acumular dinero para seguir su huída del trabajo duro tal y como lo conocemos. Estos son los más peligrosos porque en aras de cumplir sus deseos personales antisistema, se saltan las normas sociales de convivencia básicas. Ya vimos lo que pasó en ese clásico del cine de 1991 Point Break, donde un rubio surfista de ojitos azules pero infames, llamado Bodhi (interpretado por el gurú de la pelea ballet y sexo bailarín, Patrick Swayze, que Dios lo tenga en su gloria y las 11 mil vírgenes en medio de sus piernas) casi mata a la novia de Johnny Utah por hueviar pisto e irse a surfear a Sipacate, o una playa parecida. Afortunadamente el personaje de Keanu lo verguió dejando para siempre de ser un agente del FBI, dedicarse a hackear sitios estatales y convertirse en Neo.

Bueno, volviendo al tema, otro tipo de hippies son los hipsters, que no son otra cosa que hippies sin huevos de salir al mundo, y se escudan en el arte como ejercicio de resistencia. Resistencia a la excelencia, claro, porque son una bola de mediocres. Afortunadamente, esta ralea es menos dañina y con encenderles la luz, pueden ver cómo salen a esconderse en las alcantarillas, que es una forma de llamarle a los bares y galerías de plástica del centro de la ciudad.

Pero suficiente de ver gente sobre el hombro, porque si algo saben ustedes, es que a mí no me gusta hablar mal de las personas, claro que no. Menos el chisme, cosa que detesto. A la acción: me encontraba en Playa del Carmen en Quintana Roo deambulando por la 5ª. Avenida y ya me meaba y necesitaba llenar de nuevo el tanque. Casi sólo habían restaurantes y se me hacía de mal gusto entrar y usar sus instalaciones así nada más, ya me conocen ustedes que soy una persona recatada. Quería algo más informal y lo encontré, un barcito (ver la foto que tomé y que ilustra la crónica) que no recuerdo el nombre y que se accedía a él subiendo unas muy empinadas gradas y decorado al estilo informal que me ha dado por llamarle “rascuache cosmo”. Oriné durante casi 20 minutos seguidos el tonel de Mimosas que me había estado tomando cual camello alcohólico y salí más lúcido y tranquilo. Ordené una Margarita doble con una cerveza Sol y me cobraron 10 dólares cada trago. Seguí viendo los mapas y dibujos de otros visitantes, había una quijada de tiburón que me llamó la aten… puta madre… me quedé frío. ¡¡¡¡10 chingados dólares cada trago!!!! Si hubiera sido en el NY Plaza, no me importa, lo vale; pero fue en una mierda de antro deforme en diseño que parecería el Animal Desconocido de Monterrico.

Imposible, aquí y en Guatemala donde he tomado donde las putas y ni siquiera allí es tan caro. Le dije al bartender que hiciera bien sus cuentas porque estaba mal y sus compinches, dos sarnosos belgas, un rasta sueco, un apestoso inglés y un muco local de mohawk se miraron recelosos entre ellos, pero estaba demasiado borracho para seguir alegando y eran en total seis malditos en un equipo contra un maldito extranjero. No estaba de humor. Los calculé y al bartender lo pude haber sentado para siempre de un directo a la nariz e inmediatamente me le hubiera colgado del cuello al grandote sueco de la par con una guillotina hasta llevarlo al piso y acabarlo.

En esa llave al cuello se tarda 20 segundos máximo en perder el conocimiento y es justo el tiempo que calculé, tardaría en sucumbir a las patadas y botellazos de sus maricones y peludos amigos. Lou Reed hubiera sido el soundtrack de tal masacre porque Perfect Day sonó luego de Take a Walk on the Wild Side.

Tiré el billete de 20 dólares (se me activa la úlcera de recordarlo) y salí a la calle dejando atrás las risotadas de ese six pack de pendejos, pensando mejor en ese día tan perfecto. Conocí a Carlos y me contó su historia. Tiene los ojos azules y es narizón como yo, pero guapo y sugerente, conquistador. Yo soy feo pero sugerente, conquistador y elocuente. Cabrones, hubieran visto esa pelea de voluntades. Él quería venderme tiempo compartido y yo quería los $500 pesos que me ofrecieron si aguantaba las embestidas de ventas. Vi como la gente caía mareada como moscas en los diferentes paquetes vacacionales, fumigados por la atorrante charla de los vendedores. Yo estaba sentado, como dije antes, Mimosa en mano, escuchando la perorata pero mi mente zen concentrada en los sabores magníficos que surgen al mezclar Moët & Chandon con jugo de naranja recién exprimido, ellos decían algo y yo asentía la cabeza. Era como estar en clase de catecismo: escuchar y alejarse, pensar en culos y tetas. Bueno, en honor a la verdad, eso hacía no solamente en catecismo, si no en ciencias, sociales, mate, química, inglés. Talvez por no poner atención a la educación formal, me convertí en un escritor informal.

No estaban preparados para este fierro de descaro chapín. Les vendí la mejor historia. Y cayeron. Hasta que me lanzaron al ruedo a Carlos. Nadie en su sano juicio trata de seducir a alguien con gente de su mismo sexo, principalmente cuando saben que es heterosexual. Traigan a su campeón que yo soy dueño de una escuela de charlatanes. Nos medimos y ambos adivinamos que había pelea. Me habló de Guatemala como buen conocedor, de sus aventuras por el lago, de la cuadrícula ordenada y magnífica de La Antigua, de las grandes discotecas de la ciudad, de sus amigos adinerados que no quiero mencionar sus apellidos para que no se sientan obligados a darme la mano cuando nos miremos. Me sorprendió lo bien que conocía mi país, principalmente cuando me hablaba de antros que llevan más de 15 años fuera de escena… y entonces empecé a verle a bien, y algo tiene este cuate, se me hace conocido, tiene escenario… pero bueno, me seguía diciendo y preguntando como estaba todo por acá y bueno, yo como soy educado, contestaba ya interesado.

En el formulario que llené donde cambiaba tres horas de mi vida por $500 y ellos me vendieran tiempo compartido, coloqué mi profesión: rabino, agricultor y escritor. Así que Carlos me confesó que estuvo involucrado en el mundo del arte, del espectáculo más bien. Allá por 1985 un dueto mexicano irrumpió el mundo pop en español con gran éxito en el género femenino, era un boy duet que marcó época en los repasos de la chiquillada de abolengo y buen ver. Se llamaba Matrícula 2 y uno de sus cantantes, Carlos de ojos azules, estaba sentado frente a mí. Puta madre.

Me contó que conoció Guate porque fue invitado a varias Teletones chapinas a cantar con pista, los mejores éxitos de ese dueto que no vio el 2000 juntos. Su mayor éxito es la canción Echar a Volar, donde el video, como pueden ver, sirvió de inspiración a Peter Jackson para llevar El Señor de los Anillos al cine, sólo que acá Gollum es más romántico y gordito. Pues Carlos (el del fleco ochentero, pelo bomba y cuasi ladrón de amor de la chica) para hacerme memoria, canta una estrofa de su mega hit para mí nada más, un nanoconcierto privado que me recuerda que todos, inevitablemente, vamos a morir un día o terminaremos de vendedores de hotel. Filosóficamente, elucubraba que talvez Carlos ya había muerto y por sus pecados pop de excesos de culos y haberle quebrado las tenazas y desayunado a saber cuántas compatriotas, lo habían enviado al infierno y tenía que dedicarse por la eternidad a vender tiempo compartido a cínicos como su servidor y gringos viejos, arrugados y quemados que parecían todos hijos de Paco Pérez de Antón con Margarita Carrera. Pero eso suponía que yo también estaba muerto, o que el que se había ido al infierno era yo. Y que tenía que ser víctima a diario de los embates de vendedores ex estrellas pop.

Por mi cabeza me vi atendido por Billy Joel que me llevaba inacabables Mimosas, en recepción a Nelson Leal con su cadavérica sonrisa, trapeando pisos al resto de Los Rodríguez y a Jimmi Hendrix manejando el Phantom de la entrada, lustrando su quepi con la solapa del saco. Milli Vanilli subiendo maletas y Piedras Negras en la cocina. Jim Morrison se bañaba en la piscina rodeada de diablas porque es el único que se merece el descanso. Posiblemente ese era mi infierno, una sala de vendedores de tiempo compartido, para siempre, para nunca disfrutarlo, para pagar por mis excesos, mis borracheras, el daño, mis ausencias, la poesía, por haber abandonado todo lo que he amado sabiendo que hacía mal, por haber dejado consumirme por la droga de mi sangre, por estas llamas que caso contrario al fuego, se apagan cada vez que las rocío de alcohol. El alcohol es mi música, yo bestia. Seguramente fui la creación de Mary Shelley, yo soy el monstruo compuesto de taras y deseos de muchos escritores y en la novela donde ella me describe como el inacabado, el siempre doliente, yo pienso que el Monstruo está construido de cadáveres pero no, son los lugares comunes de mentes importantes. Mi infierno es un espejo donde miro el fracaso de otros como el mío, es decir, no soy un individuo, soy un promedio de hombres que luchan y caen en el abismo insondable donde nadie sabe nada de nada. Yo que tanto he leído he caído en la miseria, vendiendo como lo hago ahora, máquinas que se oxidarán, que van a explotar llevándose de corbata a miles de obreros, dejando viudas y huérfanos. Por eso es que yo estoy en el infierno, por eso tengo bien ganada la condena y la soporto estoicamente, nada me vence la necedad.

Carlos me saca de mis cavilaciones y me da la libertad. Gané. No firmé nada y me entregan enterito un vale por $500 pesos. Mis ojos ya semi vencidos culpa de la champaña me ofrecen una visión de alegría del ex cantante. Le pregunto si es feliz y me dice que sí. Le creo. Putas Mimosas ya me tienen borracho, así que pido un Martini para nivelar y me traslado con paso bamboleante rumbo al bar de la playa donde un excelente día acontece y mujeres en bikini de todo tipo se asolean exhibiendo turgencia o la flojera de la edad. Los musculosos desfilan mostrando estirados tatuajes. Yo escondo los míos bajo el recato y la elegancia, camino con una playera, kakis, sombrero blanco y Wayfarer Clubmaster, que son las gafas de sol que Oscar Wilde hubiera usado. Las arenas blancas y las gaviotas, tan caribe, un aprendiz de escritor tercermundista perdido en una nube de arios adinerados, por un momento, estuve tentado de empezar a servir tragos y me reía de mi mismo y la gente se ría al verme tan feliz con una copa cónica y cigarro mentolado de medio lado.

Era mediodía y tenía 12 horas y cuatro días más para deambular borracho por esa ciudad, cosa que hice.

10 comentarios:

edi dijo...

Que grande JP! y que buena ilustración de otro capo como Azurdia, y hacia falta que dos genios se junten de vuelta, vos con tus letras y Azurdia con su pincel. Saludos a los dos che.

Miss Trudy dijo...

Vos esa ilustración de Azurdia está la p- madre! Es la mejor que te han hecho, que linda, que diferente, que llena de ambiente. Andate a deambular las playas del sur de la Florida, especialmente Miami, y te pasás encontrandote actores viejos de telenovelas de décadas atrás, cantantes como este y otros, que todavia costean lo poco que pueden de glorias pasadas mientras se ganan la vida atendiendo boutiques caras, de hosts o hostesses de bares y restaurantes, de taxistas y vendedores de carros o lo que sea ... asi es la vida del espectáculo segun parece, los mastica y los escupe, a veces los endiosa, pero todos paran deshechados, aunque algunos duren mas y mejor que otros.

Giovanni Aldana dijo...

Mi querido Juan Pablo... quizá esta sea la mejor lectura que he encontrado en tu blog.. ha sido una delicia leerla y, sin duda, tu pluma, tu sarcasmo y es acidez que tanto necesita la vida para sobrevivirla, van mejorando al paso del tiempo...

Anónimo dijo...

Matricula 2... wauuuu, remembranzas a mi!
Qué buen header, qué buen artículo, cómo siempre felicidades!
YT

David Lepe dijo...

que chilero... con todo y soundtrack incluido.

Anónimo dijo...

Ah, yo no fui tan fuerte, compa, y después de 4 horas en una oficina en la zona 10, 4 o 5 vendedores le hicieron la palarizadora a 2 tarjetas. Curioso, este año hubo una narcomatanza en uno de los hoteles que visitamos, al obtener el paquete vacacional.

Juan Pablo Dardón dijo...

Edi: gracias por tus buenos comentarios mi recordado amigo, saludos hasta la Argentina de mi alma.

Miss Trudy: amiga, yo nací para escribir sobre estrellas decadentes. Merezco vivir en el primer mundo, un abrazote vos.

Paparazzi: buena escuela de crónicas mi estimado, vos sos parte de ellas, muchos buenos recuerdos G.

YT: a ti siempre gracias por la fidelidad y la preferencia de marca, jaja, abrazote!

Lepe: saludos colega, muchas gracias por la visita. Estoy seguro que vos allá también la pasarías socado ;)

Duff: querido brother, habría que hacer ese viaje juntos, talvez en vez de narco matanza se convertería en... bueno, a quién engaño, dos bolos a secas, jaja!

José dijo...

Hoy si te pasaste. Estoy de acuerdo con lo que dijeron antes quizá lo mejor que he leído en tu blog. Y eso que he leído buenas cosas.

Ese infierno como lo pintaste ese es veradedero infierno Felicidades maestro.

Mariana dijo...

Me gustó tu infierno, queda cupo? Solo te hizo falta alguno de música clásica y estamos hechos. Qué buen header! En mi pueblo dicen que es "anatómicamente correcto". Qué buen artista y excelente tu crónica para celebrar tan hermosa obra.

Juan Pablo Dardón dijo...

José: A vos gracias por la visita, saludos.

Mariana: Siempre cabe otra alma descarriada querida, un abrazo hasta Chile.