martes, 15 de enero de 2013
NUNCA CESA
Muerte e impuestos. Es lo único seguro, dice el adagio popular en Estados Unidos. Yo le sumaría la noche, el día, la sucesión de eventos que conforman la cotidianidad.
Ahora que ustedes leen esto se estarán lamentando, lo sé, de la cuota de tráfico diario que el nuevo año nos trae. Con cada tanda de graduandos, sube el parque vehicular con rumbo a las universidades.
Me pregunto quien de ellos, de esos nuevos graduandos en pos de una carrera profesional, será quien solucione de una vez por todas el problema que nos atañe a todos los que transitamos las vías de la ciudad… acaso no ha nacido y eso me pone triste.
Un nuevo año y la vida continúa con su camino de siempre, nunca cesa. Las tribulaciones al orden del día y las satisfacciones parecen ser cada vez más lejanas. ¡Qué otra que seguir, porque no podemos bajarnos de este planeta!
Mientras tanto nos queda para los vampiros, la noche. Así que cualquier cosa que tengan que hacer recuerden que de noche se hace mejor, como escribir columnas, leer, adivinar qué siguiente camino tomará la cucaracha en la pared, hacer apuestas consigo mismo, y luego destriparla de un zapatazo.
Propóngase ser un mejor nictálope. Deje la televisión para otros momentos, otros días menos duros. Ahora busque estaciones de música rara en Internet, escuche ese low jazz mientras su cerebro empieza a fabricar ciudades en los amplios terrenos de la imaginación.
Nada le espera mañana; hoy es la música y nada más. La página en blanco que son las horas que le proceden, ¿qué hacer en estos casos? ¿Salir corriendo alertando al condominio que se vuelve loco de ocio? ¿Avisar al policía de tránsito que no cuente con su presencia mañana en el tráfico mañanero?
No exagere. Ese llamado, esa incertidumbre que siente, el desasosiego, no es otra cosa que una pregunta que necesita ser respondida por medio de una acción. Y regularmente esa acción es el arte, es ese instante íntimo de comunión consigo mismo.
No tema; muchos a través de la historia lo han sentido. Es normal. Tal vez no sea usted la persona que vaya a solucionar el tráfico de la ciudad, pero sí la que escriba un poema. Y con eso basta.
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