martes, 22 de enero de 2013
OSCURANTISMO
Muy romántico y todo, pero la noche tiene también su cauda roja: le debe sangre a la humanidad. Bajo su luminoso ojo y pecas, ese momento del día, las negras 12 horas - que si bien han servido de inspiración lírica - también han sido testigos de los más atroces crímenes.
Pregúntenle a Cortés y la tristeza que sintió cuando en un arranque de desesperación, el pueblo azteca echó mano de la violencia para mal matar a una cuadrilla de conquistadores de Tenochtitlán. O a la matanza de la noche de San Bartolomé, donde cientos de católicos franceses sacaron de sus casas a familias protestantes y las mataron a garrotazos en el siglo XVII, in nomine patris...
El sigilo de la noche, el entrenamiento, la saña de la bala y el machete. Una aldea borrada del mapa con los huesos de sus muertos gritando desde la tierra, preguntándose un eterno “¿Por qué?” No hay respuestas para ellos, apenas insolentes explicaciones para los que nos enteramos de los casos de masacres en Guatemala.
No entiendo la abulia. No quiero creer que los sectores de poder económico se hagan los ciegos al derrame perpetuo de sangre sobre la tierra de que se nutren, hacen fortuna y crean empleos. Me molesta ver un perro en la calle; no me dolerá el sufrimiento del otro; es cosa de sensibilidad básica. No quiero creer que a nadie le importe esto.
La vez pasada mataron a un ayudante de mecánico que conocí y se me aguaron las piernas. Así como la semana pasada me horroricé de la imagen de la niña aferrada al rosario mientras moría estrangulada a la par de su hermana, ambas en pijama. La realidad se hizo pesadilla y morir así, eterniza el mal sueño. Pobres niñas, pobres, no tuvieron la menor oportunidad, nunca. Son inocentes víctimas de los pecados de los padres.
La noticia es roja y escandalosa, pero la pregunta en medio de esto es ¿qué haré? No es cosa del gobierno, ni del policía, es cosa del testigo cotidiano de tantos casos dolorosos como este. ¿Qué haré?
Un pueblo que mata a sus niños es un pueblo sin futuro. Ya sea por violencia o por hambre, una cosa perpetúa la otra. La noche, no señores, no sirve únicamente para divertirse. Hoy, reflexione sobre ser un espectador en este partido que nos toca jugar a todos, todos los días. Mañana, puede ser usted.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Aún no salimos de nuestra edad media. Talvez en quinientos años nuestros descendientes nos recuerden como los salvajes que propiciaron su presente, resistiendo la adversidad de su tiempo. Mientras tanto aquí estamos, haciendo tiempo para las generaciones futuras.
Buen post, camarada!
Me gustó tu frase Enrique, la adaptaré para mi epitafio: “Aquí yace un salvaje que propició el presente, resistiendo la adversidad del tiempo”. Gracias por la visita, esta es tu casa.
Publicar un comentario