martes, 29 de enero de 2013
PAPERHEAD
Geografía Visualizada, Calendario Mundial, la Enciclopedia Océano, el mismo diccionario Sopena Ilustrado. Eran mi Wikipedia, mi Internet, mi Google Maps; y claro, tenían más magia, costaba más buscar algo. Investigar.
El conocimiento no es gratuito, y si viene como tal, rápido se pierde dicho tesoro. Conocer, aprender, cuesta. No es algo que se gane en una caja de Corn Flakes, en la lotería, en una kermés, con un título de bachiller, carajo, menos con uno universitario.
Conozco cretinos que son doctores en algo y grandes sabios que acarician flores y cortan grama en casas por Q25 el día. Acceder a la información necesita de tiempo para asimilar, para masticar bien el bocado y descubrir sus componentes.
La Internet no es otra cosa que una gelatina armada para tragarla. En su gran extensión es casi insabora y sirve para llenar, pero no sustenta. Hay perfectas excepciones de proyectos alucinantes que marcan al ser humano, claro.
Mencioné los libros de primero por una simple razón: leer sobre el mundo, su geografía me hizo soñar con salir a conocerlo todo. Desde la serpiente de piedra convertida en Muralla China, por los desiertos rojos de Australia, el lomo de bisonte que son los Urales, el corazón latente de Nueva York, el lento y sabroso Caribe. Todo. Todo.
Esos fueron mis billetes de viaje, los libros, la lectura. No tuve que estar presente en la India para vivir en la selva de Mowgli, o recorrer la Inglaterra de la Segunda Guerra Mundial o la California setentera de Alfred Hitchcock y los Tres Investigadores.
Leer me mantuvo con el trasero pegado a muchos sillones durante toda mi vida; no estudié, por leer; no fui el más aplicado, por leer; fui un estudiante mediocre por amor a la literatura. Qué contradictorio, ¿no creen?
Pero la educación tradicional nos enseña que ser un resultadista es lo que importa, no la imaginación, ni la fantasía, ni la invención. Es la nota sobre 100. Por eso encontré en la lectura la mejor rebeldía. Ellos querían números, yo les daba protopoemas.
¿Será que ese viaje en busca del conocimiento –lo difícil de adquirirlo y asimirlarlo– se logrará con la absurda, incesante y asfixiante avalancha de basura informática?
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2 comentarios:
"Leer me mantuvo con el trasero pegado a muchos sillones durante toda mi vida; no estudié, por leer; no fui el más aplicado, por leer; fui un estudiante mediocre por amor a la literatura."
¡Igual me pasó a mi! Mis calificaciones eran mediocres y casi nunca subían de 90 o 92 (con suerte), pero jamás me veías sin la naríz metida en un libro. ¡Eran mi mundo! Aún lo son.
Lo mejor de la timidez, en mi caso, fue meterme de lleno a la lectura. Un abrazo Trudy y espero verte pronto.
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