El diario devenir nos ahorca de malas noticias, de
violencia, nubarrones insondables de malas acciones de gente cotidiana, de
gobernantes, de mareros, de curas, de males. La vida, en resumidas cuentas.
El título de esta columna es una frase de Bob Marley
significa “Ilumina la oscuridad” y se me viene a la mente cuando me entero de
casos como los de José, Samuel y sus papás, doña Ingrid y don Manuel.
Me enteré al leer la seguidilla de notas del periodista Hans
Galindo de Nuestro Diario. Hablé con la protagonista en cuestión, junto a su
esposo tienen tres hijos, uno de los cuales – Samuel – es de educación
especial. Tiene 23 años y la edad mental de un niño de 12 meses.
Afrontar la situación, asumirla, vivirla, no ha sido fácil.
Le han querido con todo y saben lo que ello conlleva. Se enteraron del caso de
una abuela – Doña Marta – que cuidaba a su nieto José de casi 30 años y
aproximadamente, 5 años de edad mental. Un niño grande, un gigante noble como
el personaje “De ratones y hombres”, de John Steinbeck.
Doña Marta falleció dejando en la orfandad a José, quien no
tiene padres. Los vecinos cuidaron por algunos días al muchacho quien vivía
sólo en un cuarto, en condiciones precarias, con ratones corriendo entre sus
pies y cucarachas nadando en la sopa. Preguntaba por su abuela y su ración de
pastel a las seis de la tarde todos los días.
Algunos días después la pareja fueron a visitarle para
dejarle alguna ayuda pero al ver la situación, me explica doña Ingrid, no
pudieron dejarle allí tirado luego que varias instituciones rechazaron hacerse
cargo del niño. Optaron por adoptarle, por la experiencia de tener un caso similar
en casa y por no tener corazón de dejarle a su suerte.
Decisión dura porque significa el doble de cuidados, otra
boca que alimentar más y un reajuste en el presupuesto familiar no contemplado.
Doña Ingrid es muy específica que no lo hicieron por desatar lástima en el
prójimo y lucrar con la caridad. Prefiere no dar sus datos. Pero si alguien
quisiera apoyar, me envían un correo y con gusto les proporciono el número
telefónico para que platiquen con ella.
Su esposo trabaja en ventas y ella es ama de casa. Ya José
le llama mamá a ella, papá a don Manuel y tiene hermanos. Hasta una nueva
abuela que le lleve alguna ración de pastel a las seis de la tarde.
La sonrisa de José ilumina la oscuridad desde la zona 18. Al menos, lo hace conmigo.
2 comentarios:
Yo no vivo en Guate sino que en Holanda. Mandame un correo electrónico donde pueda comunicarme con Doña Ingrid. A ver en que puedo ayudar.
Saludos, con gusto Silvia.
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