martes, 9 de julio de 2013

LA VIDA DESPUÉS DEL SOL: JAIME


Es un niño silente que se cuela en las reuniones de adultos que le dejan estar porque al final de cuentas es como cualquier otro niño que solo mira y calla.

Se mete debajo de la mesa del comedor donde se hacen los negocios y escucha atentamente información que no tiene sentido para sus oídos, pero en la charla de sobremesa se fragua un destino de muchos.

Por las noches, en su casa de Antigua Guatemala, sin teléfono, sin Internet, vuelve su atención a los cientos de libros, extrae uno a uno y va leyendo sobre la guerra, la gran guerra mundial, la segunda.

Avanza sobre esas grandes batallas, el ajedrez humano que hizo Rommel contra Montgomery, la marcha segura y metálica de los tanques de Patton, el puente sobre el río Kwai, todo Guadalcanal con ese vaho que se puede sentir escaparse por el entrelineado de los libros de historia.

Toma papel calco, lo coloca sobre las imágenes de las enciclopedias y dibuja los cañones, los autos blindados, los fusiles, los aviones. Al momento de dibujarlos se apodera de esos objetos; así se vio con una serena colección de M-1´s, de tanques Sherman, de Hellcats, de Messerschmitt.

Luego, a cada hoja le pone a máquina de escribir su descripción técnica, materiales, rendimiento, capacidades, armamento, calibres. Todo. Esto con el fin de traspolar la historia por medio de una imagen, de resumir en una silueta el trabajo de los hombres que hicieron máquinas de destrucción.

Obsesivamente, guarda, clasifica, dibuja, hace, fabrica imágenes por las noches, en la soledad de una casa redonda donde se gestan las preguntas primigenias y fundacionales del quehacer artístico.

Toma una máquina, la propia, una cámara fotográfica y empieza a utilizarla para seguir documentando, ya no los libros, sino el mundo. La poesía es retratable y ese principio lo aplica; historias que guardan el instante justo en que la cotidianidad hace el salto hacia el arte.

Hay que estar atento a eso, con los sentidos a tono para no perderlo. Entonces se escribe o se toman fotos con el caso de este chico. Puedo verlo más adelante detrás de la máquina fotográfica: es la misma sensación de estar debajo de una mesa de comedor: escuchando, viendo.

4 comentarios:

Mayra dijo...

Lo interesante es cuándo pasamos de estar detrás de la lente para tomar parte de la imagen capturada pudiendo regresar a ese lugar, desde el que sigas observando con ojos de niño... quizás.

Juan Pablo Dardón dijo...

Es justo lo que le pasó a este chico. Fotografió todo antes - lo sigue haciendo - y ahora lo retrato yo. Saludos Mayra.

Mayra dijo...

Me alegro que tus ojos de niño sigan estan allí y que siempre lo sigan siendo. Un abrazo Juan Pablo

Juan Pablo Dardón dijo...

Gracias por las lecturas y los comentarios Mayra, abrazo.