Más allá de darse la vuelta frente a los actos violentos, de exigir a las autoridades competentes que los frenen, de no insultar en casa, de no salir de noche, de resguardarse en esas fortalezas que llamamos hogar, alejarse de la violencia es un hecho que requiere acciones personales determinantes.
Es entender que todo lo que hacemos afecta a nuestro entorno, que si tomamos ventaja sobre el otro, estamos haciendo trampa y que la trampa es una forma de violencia alevosa por conocimiento o fuerza. Que saltarse la línea de espera es violentar la paciencia de aquellos que ya están esperando.
Alejarse de la violencia dista más allá de crear un pseudoparaíso en un condominio cercado de guardias armados que están prestos a proteger a los niños que allí corren, mientras los suyos propios están pasando penas de hambre, falta de educación y distancia con el padre.
En una oportunidad vi a un guardia de seguridad llorar apoyado en su escopeta porque le dieron la noticia que su recién nacido había muerto por falta de atención médica, mientras él cuidaba un camión de cerveza, a 500 kilómetros de distancia. Cuidan los condominios y la propiedad privada, hambrientos y necesitados.
Alejarse de la violencia es dar el ejemplo en casa, que el hijo de la ministra observa el accionar de su madre, que el hijo del diputado termina siendo una copia al carbón del maniqueísmo del padre. Que quien grita en casa grita en la calle y quien se escuda en armas, arma a la intolerancia.
Poco tiene que ver la violencia con juegos electrónicos, o películas o música. Pero sí con la educación, de entender los límites de la fantasía y dónde empieza la realidad, la realidad que hay un mundo que se infla y explotará y poco servirán los autos blindados.
Más allá de un sentido zen de afrontar la vida, alejarse de la violencia significa que hay que exigir de todos, de su familia, de sus hijos, de sus vecinos, de los policías, del presidente, que cumplan normas de convivencia, de sentido común. Es entender que si a alguien le falta el pan, lo conseguirá a como de lugar porque talvez la boca calla, pero cuando grita el estómago de una familia, puede mal aconsejar las acciones.
La falta de oportunidades de desarrollo, los movimientos malhabidos en las finanzas de un país condicionan el futuro de millones donde cada vez hay más mareros y menos estudiantes, y menos empleos y menos cultura y menos trabajo y menos importancia como regalar un pan porque simplemente nace hacerlo.
Significa, señores empresarios, en apoyar a sus colaboradores, en luchar más allá de los resultados del período fiscal, en lograr una vida digna para los que hacen posible su edificio, su helicóptero, su verano en Málaga, el shopping anual de Miami. Alejarse de la violencia es sembrar prosperidad.
Es trabajar fuerte no por superarse, sino por superarnos. Los zulús hablan de Ubuntu, un estado común de prosperidad y desdicha al mismo tiempo. Es decir, soy feliz porque todos son felices. Soy triste porque todos están tristes. Es sentido común, como dije arriba, el amor no es la basura que pasan desde las cinco de la tarde en las telenovelas. El amor es construir, puentes, infraestructura, familias, casas, cultura, arte, expresión popular, derecho a decir lo que se piensa, un estado transparente, una corporación sólida.
No lo sé ustedes, pero la violencia no termina con un chaleco naranja, con callar una comunidad, con evitar la hidroeléctrica a cambio de una casa de la cooperación, es saber que lo que robo hoy, mañana me lo robarán a mí. En paz, en patrimonio, en tranquilidad. Todo regresa a nosotros y nosotros tenemos que devenir ciudadanos, entes comunitarios.
Para usted y para mí. Hay que alejarse de la violencia. Lea y conozca, no sea un ajeno, intégrese, piense y proponga. Cuando menos sintamos, ya no habrán cretinos con campañas anticipadas que violentan la ley, y que le venden los sueños que todos tienen pero que nadie cumple. ¿Por qué? Porque usted sabrá como llevar a cabo acciones, normas y jurisprudencia.
Eduque hijos, que eduquen nietos, que cambien este círculo infernal que estamos sumidos. Usted y yo sabemos que las siguientes elecciones serán exactamente lo mismo, un calco, de que se ha venido repitiendo como "democracia". No espere más, no preste su voto a la mierda, por eso todo esto apesta.
Alejarse de violencia, recuérdelo. Es un mantra, un canto diario, un plan que no tiene mañana, sólo hoy.
2 comentarios:
Las palabras más sensataz que he escuchado desde hace mucho tiempo. Como bien lo has dicho, puro sentido común, pero al parecer el sentido común se desdeña para darle lugar a los instintos animales de sobrevivencia. El sentido común es una característica humana y en nuestro país estamos deshumanizados, vemos la violencia con frialdad, con cinismo.
No puedo agregar mucho pues esta todo expuesto cual debe ser, pero si quiero hacer hincapié en el progreso ordenado y adecuado de toda nuestra gente, eso si que eliminaría mucha de la violencia que hoy sufre nuestra amada Guatemala, educación no solo académica sino educación financiera que enseñe que ser rico no es tener un carro nuevo sino hacer dinero y prosperidad para todos no a costa de todos. sin derechas ni izquierdas sino con hermandad y tolerancia.
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