Les confieso: yo soy Santa Claus. Durante los últimos 5 años me he venido vistiendo de ese personaje panzón y bonachón que hace las delicias de la época. Ese ser llevado a la fama por la Coca Cola y que nos hace ver el Polo Norte como un paraíso nevado, no como el desierto blanco y hosco que es.
Es tradición familiar que alguien se vistiera de él para Navidad y así deleitar a los más pequeños de la familia. Recuerdo mi niñez con mis primos saliendo a recibir de sus manos regalos que nuestros padres nos habían comprado. Marito, el primo más joven de mi madre, era el encomendado de vestir el traje y repartir el encargo entre nosotros los críos.
Con la partida de Marito a Estados Unidos la tradición se vio itinerante, además que crecimos y nos lanzamos al mundo a vivir nuestras propias vidas. Por mucho tiempo, no hubo Santa, hasta que los hijos propios empezaron a venir y se desempolvó el viejo traje rojo de pana, la barba y el gorro. La tarea me correspondió.
Vestirme e interpretar un papel jovial en una época que a mí me importaba un rábano el espíritu navideño, me ayudó a mermar mi acidez de vida. No soy un tipo que se desvive por el fin de año, pero es más tolerable. Sigo, eso sí, despotricando por el tráfico, la idiotez generalizada y los altos precios en todo.
Encontré un gusto por la convivencia familiar, la ilusión, el misterio en la cara de los pequeños y lo genial de sembrar asombro. Es acaso el único papel que interpretaré en mi vida, mi actuación más noble para un público reducido que me adora. Eso es lo importante.
Conforme se va creciendo, se van dejando de lado las taras y poses respecto de cosas que antes era imposible dejar de lado. La Navidad era una de ellas, yo despotricaba contra todo, mis estocadas antinavideñas dan cuenta de ello en el blog.
Me he hecho viejo, no cabe duda, y ya quiero comer los deliciosos platos de temporada. Tengo un arbolito navideño que me observa encendido en la esquina mientras escribo esto.
El cinismo va mutando en mí, para convertirme en un ser contemplativo de la comedia humana, donde interpreto mi papel de observador y cronista; un cronista que se viste de Santa para mentirles a unos niños. Eso es la vida.
3 comentarios:
Los escritores siempre mienten ;) ... Felices fiestas!!!
Verdad irrefutable, no cabe duda. Felices fiestas hohoho!
Que sigas disfrutando de tu mitad del santa que llevas dentro, sigue asombrando a los niños, sigue asombrándote a ti mismo. Jojojo...
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