Leonardo DiCaprio pierde 0 – 4 contra La Academia de Artes y
ya es un chiste cada vez que le nominan. La inmediatez de sus fanáticos le
apuran y exigen al cónclave del cine más importante del planeta que le otorguen
su chico dorado a su chico dorado.
Está bien, pero Peter O´Toole fue nominado ocho veces y
nunca lo ganó. Sí, el mismo de Lawrence de
Arabia (1962) o el gran Richard Burton, nominado siete veces sin conocer el
oro y eso que protagonizó el clásico de Quién
le teme a Virginia Woolf (1966) o esa maravilla psicológica Eqqus (1977).
DiCaprio es el ícono de una generación que le ha visto tomar
papeles oscuros que encarnan personajes torturados, periféricos, underground. El cara bonita de Titanic, el mimbo de esa marranada de James Cameron, le golpeó fuerte y huye de
esos trabajos como los amigos huyen del que cayó preso por contrabando.
Decidió desde entonces tomar papeles serios luego de la
aventura de Cameron y la fama instantánea justinbieberesca
. Pero hagamos un pronto repaso de la filmografía del bonito: inicia como chico
retrasado en ¿Quién ama a Gilbert Grape?
(1993). En una escena para la historia cuando muere la madre del protagonista.
Chillo como marrano en mercado de sólo acordarme.
Luego encarna al joven bardo Arhur Rimbaud en Eclipse total (1995), donde trae de
vuelta a la vida al enfant terrible
del simbolismo lírico. Mis respetos, muy bien logrado. Un año después, el
deliro de Baz Luhrmann de llevar a la contemporaneidad la historia de
Shakespeare de Romeo y Julieta, esa
donde bañaban en oro las pistolas y les daban nombre, antes que lo hicieran los
narcos, tan poco trendy ellos. Fue en 1996.
Luego vino Titanic
(1997) e inmediatamente después El Hombre
de la Máscara de Hierro (1998). Sin comentarios. Se hizo entonces un teen crush, un blanco de las
adolescentes que miraban en él un ídolo dorado y Leonardo, pues muy agradecido
y todo, decidió irse por otro camino porque una cosa es tener un museo de ropa
interior adolescente olorosa aun a leche, que ganarse el respeto como un actor
serio. Eligió la B.
Toma el proyecto Celebrity
(1998) de Woody Allen una comedia negra en blanco y negro, donde básicamente se
interpreta a él mismo. Luego nos viene La
Playa (2000), Atrápame si Puedes y Pandillas de Nueva York (2002), El Aviador (2004), The Departed (2006), Inception
(2008), Shutter Island (2010), The Great Gatsby (2012) y El Lobo de Wall Street (2013).
Obvié filmes de papeles intrascendentes. Este listado que
presento nos retrata a un actor que ha tenido la posibilidad de ser muchos y
torturados personajes, a cada uno le ha presentado una arista, un carácter
propio. Pero hay un hilo conductor y es donde falla: parece su larga
trayectoria, parte de una misma película en diferentes tiempos.
A ver. Es como si Juan Carlos Onetti lo tuviese encerrado en
el terrible mundo de Santa María y se codeara con Braussen y Larsen en cada
nuevo capítulo y/o novela (o largometraje, en el caso de Leo) que sacara (esta
es una referencia para los fanáticos de hueso rojo de Onetti, lo siento para el
resto).
Es un talentoso DiCaprio, no lo dudo, pero si sigue de esa forma se convertirá
en otro Nicolas Cage: un tipo que presenta versiones de sí mismo en cada filme
que hace. A excepción, claro, de Wild at
Heart (1990), Leaving Las Vegas
(1995 – Oscar al mejor actor) y Adaptation
(2005).
Pero volviendo a DiCaprio, es de esos raros ejemplos donde
miras el talento innegable pero que se reproduce en los gestos muy propios de
otros personajes, o calcados casi, de grandes interpretaciones.
Por ejemplo en el Lobo de Wall Street, ¿se acuerdan en esa
escena neandertalesca donde decide no renunciar y lleva a toda su empresa a la
danza tribal de somatarse el pecho y saca los dientes de la mandíbula y los
ojos extasiados? Bueno, ¿no les recuerda acaso a un grandioso Jack Nicholson
diciendo “Here´s Johnny!” en El Resplandor, o a un Nicholson - nuevamente - corriendo satanizado con los dientes de fuera
en Las Brujas de Eastwick? Bueno Leo,
gotcha motherfucker.
Pero está bien que haga su tarea, caminamos en hombros de
gigantes. Pero a ver fanáticos de 9gag y de la internet en general, ese país
desmemoriado y acumulador de bites más que de sabiduría, hay alguien que le
supera y sigue viva y cada vez más talentosa: Glenn Close. La doña acumula seis
nominaciones.
Dicen las malas lenguas que al acumular las diez nominaciones
sin ganar inmediatamente le quitan uno a Katharine Hepburn, otro a Jack
Nicholson y el único que tiene Martin Scorsese, para fundirlos y hacer una
corona para que la porte el que llegue a la decena de nominaciones sin ganar. Y
de paso le dan el premio Nobel de la paz porque un cabrón que logre aguantar
todo eso sin matar a nadie de la Academia, es un santo.
Leo es un chico que trata demasiado y es muy bueno. Mientras
tanto Matthew McConaughey, un actor de filmes intrascendentes, un monigote de chick flicks, un rubio sureño con
talento para estar cuadrado, hincha los huevos y se dispara uno de los mejores
papeles que he visto en Dallas Buyers
Club. La justicia se hizo bien y Leo lo sabe.
Ya sabemos que el otro año, - como leí en el Twitter y
agregados míos - DiCaprio hará el papel de una mujer negra con Sida, en un
campo de concentración que sale campeona del mundo con un equipo de liga
menores, en una silla de ruedas, antes de subir en una nave espacial que se pierde
en el espacio, libera a una especie esclava, renuncia al trono por regresar a cantar
blues a la tierra… y no gana el Oscar. Bad Luck Leo.
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