(FOTO SOY502.COM)
Fue este domingo por la tarde mientras
los bosnios buscaban su segundo gol, el empate, contra los argentinos que en el
timeline de Twitter vi la foto del
motociclista brincando dentro del área verde del Centro Cultural Miguel Ángel
Asturias, con el Teatro Nacional de fondo, como triste espectador.
Fue una actividad deportiva organizada
por la Municipalidad de Guatemala llamada Cross Country Urbano, donde
motociclistas y ciclistas de montaña pueden ejercer su disciplina en un
ambiente citadino. Fue deprimente la escena, como ver a un moribundo al que
todos le pasan encima, sin importar su decadente estado. El arte como pieza
ornamental, un paisaje para subirse en moto.
Es como esos que se trepan a su moto acuática en
las orillas del lago de Atitlán o Amatitlán, sin pensar en la flora y fauna que
dañan, o sin siquiera ocurrírseles en cuidar el cuerpo lacustre al que utilizan
de pista con sus juguetes de veraneo. Tengo varios amigos que lo hacen, pero –
responsables – se interesan por su entorno y son muy activos en la conservación
de su lugar de recreo. Varias discusiones hemos sostenido sobre el tema y me
alegra ver que han tomado cartas en el asunto.
Regresando al tema de marras, se hizo un
circuito de “6 kilómetros con áreas de obstáculos que estarán ubicadas en puntos emblemáticos
e históricos de la ciudad, pasando por el Teatro Nacional, Instalaciones de
Fegua, Palacio Municipal, el Estadio Mateo Flores, la Confederación Deportiva Autónoma
de Guatemala – CDAG, entre otros”, según su página.
No me molesta en lo más mínimo que
instalaciones que se suponen son para la difusión y disfrute de las bellas
artes, se abran para otro tipo de público. Principalmente cuando se hace en
forma de intercambio, pero cuando se aprovecha un espacio descuidado para terminar de destruirlo, ofende la
apatía tanto de autoridades como de participantes.
Y esta falta de educación y abulia por
los tesoros nacionales, no es culpa de bochincheros – en este caso –, ni de
manifestantes, es culpa de gente con los suficientes recursos económicos (¡Qué
ejemplo le dan a sus hijos!) para darse el lujo de adquirir una moto de enduro,
equipo de protección y demás parafernalia (Q100 mil aprox.), para salir a
quemar hidrocarburos y literalmente pasar por encima del tesoro que nos
pertenece a todos: ricos, pobres, negros, blancos, indios, canches,
sancarlistas, marroquinistas. Va, métanle a la ecuación comunistas y
socialistas, curadores y anticuradores.
Lo que me entristece en este caso, es que
el Teatro Nacional sea un ícono anacrónico de algo que nunca llegó a funcionar.
Que necesite urgente mantenimiento y que se escuche más bulla de motos
afuera, que de aplausos adentro. Es triste ver cómo es utilizado como un “obstáculo”
para salvar en moto o bicicleta, más que un bien al cual tenemos que cuidar y
no delegarlo a un ministerio inepto que poco hace por la cultura y el arte en
este país.
Es obligación de nuestras autoridades
promover tanto el deporte, el arte, la cultura y el esparcimiento en general,
está en la Constitución (Artículo 91). Se hace a medias, se hace sesgado, se
hace por medio de intereses solapados, con contratos pardos bajo la mesa. Pero
es más fácil entrampar actividades, negar sueldos, cobrar comisiones, hacer
compras sobrevaluadas, quitar presupuesto a la Editorial Cultura, olvidar a
Radio Faro Cultural al punto de llevarla casi a la extinción, no pagarle a los
maestros de música, o de artes plásticas.
El Teatro Nacional carece de muchas cosas
que le impiden funcionar en todas sus capacidades. ¿Se hace, digamos, alguna
maratón, carrera nocturna, rally o pintacaritas aunque sea, para recaudarle fondos? No lo
creo, el jefe edil se limpiará las manos diciendo que es obligación del Ministerio
de Cultura y Deportes y este diciendo que no hay presupuesto,
porque se lo quitaron. O lo desviaron. O se fue en la compra de pelotas con la
cara de un político.
El arte, la cultura y el pensamiento
vanguardista dan asco al poder. Todo va bien si es costumbrismo, pero algo que
rompa esquemas, jamás. En ese caso, se reconoce, la Muni golea al MCD en
actividades culturales, talleres, espacios, etc.
Peeeero, sí sólo sí, están bajo el ojo
protector del Sauron desde el Palacio de la Loba porque bien pueden pedir
permiso para meter motos al patrimonio nacional cultural (y luego se lavan las
manos categóricamente… por cierto, los organizadores tienen la obligación moral
y penal de componer lo que destruyeron), pero deniegan conciertos bien
organizados, propositivos y que apoyan bandas locales. Claro, es rock y era
organizado por Farnés del Bad Attitude. Enemigo jurado de las buenas costumbres
¿vaa vos, canche?
Siempre es útil a largo plazo escoger que
se da a conocer y que no; no por nada Hitler quiso hacer su ciudadela de arte
en el Tercer Reich (el Führermuseum, en Linz, Austria), a dedo, quemando todo aquello que iba contra sus negros
hígados. Lo mismo sucede cuando se escogen las actividades culturales que
gustan o no: se emula el control, se encausa a beneficio de clase, el libre
pensamiento.
Controlar el arte, la cultura, mantener a
la mínima las instalaciones para difundirlo, es una estrategia no política,
sino de clase dominante: quien tiene el poder sobre cómo se divierte, lee y
piensa un pueblo, tiene el poder sobre su risa, su asombro, su imaginario y tiempo libre. Y así nacen las dictaduras.
1 comentario:
Hasta' ora que le ponen atención al teatro. Para mi es un monumento que como que nos da verguenza tner. Lo escondemos entre un bosque frondoso. Nada contra los árboles, pero aquí lo que importa es esa escultura-arquitectura. Porque no enmarcarla con jardines atractivos si nada más alto que un arbusto. Que no nos de verguenza. Exhibámoslo, enmarquémoslo, no lo escondamos.
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