(FOTO SOY502.COM)
Es aquella con la que crecemos los guatemaltecos donde todo se nos va en hundir las cabezas del que tenemos a la par, para que la nuestra sobresalga más. Ese aleccionamiento inicia desde temprana edad, cuando se le enseña al crío por medio de los actos de los padres, que debe ser el más “vivo” en todo.
Se le celebran los berrinches y esas pequeñas trampas de que hecha mano para ganar. “De todos modos es un niño y no entiende de esas cosas”, he escuchado a padres de mi edad decir, sobre esos pequeños actos que se van acumulando conforme pasan los años hasta convertirse en la programación sociológica del futuro ciudadano.
De allí eso de ganarse unos “centavos más” por medio de la transa, de ganar un poco más tiempo, al evitar la cola en el supermercado, o de parquearse en los sitios especializados para discapacitados o embarazadas. Supongo que todos esos minutos de más que ganan, serán invertidos en el prójimo, o en hallar la cura al sida o buscar vida extraterrestre.
Vemos el ejemplo del linchamiento moral al que fue sometido Lio Messi por no darle la mano a un niño guatemalteco previo a un partido mundialista. El crío no tenía que haber roto el protocolo y el futbolista no lo vio. Ah no, ofensa nacional. El padre dijo que era un niño que no entendía de protocolos, claro, pero si no se enseña desde pequeño a respetarlos, ya vemos que terminan tomándose selfies con el Papa.
O vemos a los motoristas de la semana pasada acelerando encima del graderío principal del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias, rompiendo las gradas de un patrimonio nacional, descerebrados, aprovechados de ese pequeño permiso, para ser superiores e imponer el motor sobre el arte.
Esa abulia por los símbolos que nos representan se vio plasmada este domingo pasado, cuando se convocó a un plantón frente al Teatro Nacional. Viendo la respuesta en las redes sociales la semana pasada, imaginé que la cadena humana le daría la vuelta al Centro Cultural. Llegaron 50 personas.
El triunfo es de las personas que organizaron la infame actividad de Enduro Urbano (y la siguen defendiendo, esas bestias) al ver la poca respuesta de los “ofendidos” es demostrar que acá siempre es más ruido que nueces. De esa forma se logra demostrar nuevamente, la ley del más cabrón: lograr impunidad luego de haberse aprovechado.
Quienes la ejercen, la cumplen y la masterizan tienen una brillante carrera como políticos. Esa ralea de parásitos a nuestras costillas.
Sin duda Ale, el internet nos blinda contra la opinión y la señalización pública. Un abrazo a donde quiera que andes :)
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