Era yo un niño. Era yo un niño de 25 años y estaba viviendo
solo, no sabía hacer nada por mi cuenta, nunca había hecho mi cama, ni había
cocinado, ni tomado una escoba para barrer. Como les digo, era yo un niño que
lo único que sabía hacer era leer hora tras hora y sin el menor cargo de
conciencia respecto de mis horas desperdiciadas en el papel.
Y me enfermé. Me dio algo fuerte, una gripe africana rara
o algo así, la cosa es que me encontré tirado en la cama con un dolor de cuerpo
espantoso que me hacía sudar. Y la fiebre, la fiebre atroz intentando abandonar
mi cuerpo por los ojos, por mis poros. Me ardía todo.
El fin de semana anterior había hecho una visita larga y
tendida a las librerías de viejo de la zona 1. Estaban sobre la mesa,
desperdigadas, las presas que había conseguido para la temporada.
Algo de Cioran,
una edición coqueta del místico Donne, revistas sudamericanas de poesía, un
pequeño libro de poemas de Meisún Saker Al-Kasimi que sigo sin entender hasta
estos días. La autobiografía de Carmelo Soraci, el preso que se redimió haciendo vitrales hermosos para iglesias católicas en Estados Unidos.
Era una torre de libros derrumbada como mi salud. Entre los
escombros, se coló uno en inglés que se llama Livingstone´s Companions de Nadine Gordimer, ganadora del Nobel del
91. Son 16 cuentos que me acompañaron durante esos días de fiebre. Lo leí lento
al libro y escribiendo cada palabra en inglés que no entendía.
Leer en otro idioma es un reto y tiene algo de empezar a
aprender, era yo un niño leyendo en un idioma extranjero, aprendiendo nuevas
formas gramaticales, nuevas sintaxis, aprendiendo de Sudáfrica. Que realmente
no era tan diferente de la Guatemala que conozco, conste que este libro se
escribió en 1971 y describe a un país racista, clasista, finquero, abusivo,
extremista y profundamente bello. ¿Ya vieron? Pura Guatemala 2030.
Los escalofríos de la fiebre me erizaban la piel gotas frías
caían por los pelos de mi incipiente barba mientras escribía palabras como wryly o bowlegged para buscar en el diccionario Webster. Vaya estilo el de
Gordimer, clásico y sin adornos, historias limpias y un ritmo sostenido.
Esa fue la primera y única obra que leí de ella y que me gustó mucho cuando me
dedicaba a los libros obsesivamente sin futuro, dejando que las horas pasaran
como las penas. Sólo sabía leer y tomar whisky con hielo.
Era yo un lector tímido, escondido en su casa, de fiesta
dura, leyendo siempre y dejando que la marea de las influencias me llevaran de
acá a allá. Este impecable libro de relatos me llevó a conocer la historia del
aventurero Livingstone y la relación con el periodista Stanley. La aventura y
la selva, el hombre moderno frente al bloque verde de la naturaleza.
Leía una cosa en la mañana, otra en la tarde y otras más en
la noche. No tenía televisión por cable y tenía miles de libros. Me sentaba en
un sillón con la ventana detrás y el tiempo pasaba viéndome de fuera, espiando
mis lecturas. No me quería bajar de ese bus en el que estaba subido.
Mis metas en la vida eran leer y conocer, porque estaba atrapado
en un país sin dinero. Leía para escapar, leía para llegar a lugares tan pobres
como el mío, tan tristes como mi propia tristeza, con gente tan mala como mis
vecinos, con muertes tan frías como las de las noticias.
Leí para hacer una
metáfora redonda de mí mismo, leía en inglés para pensarme en la Biblioteca Pública
de Anoka County, para ver un mundo con otra sintaxis, pero la nostalgia no
conoce de idiomas. La literatura no conoce otro lenguaje que el suyo propio.
La recuerdo ahora que leo la noticia que ha muerto ella en
su casa en Sudáfrica a los 90 años. Me entero hoy, nuevamente con el cuerpo
quebrado por el dengue, como en ese entonces. Esa enfermedad tan tropical, tan
de selva, me la trajo y ahora me la quita. Feliz viaje Nadine y gracias por esas
páginas.
Escribo Nadine,
¿qué significará ese nombre?
La enfermedad se cura con los mejores cariños y las amorosas compañías!
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