martes, 2 de septiembre de 2014
LA FARÁNDULA
Cumple un papel esencial en el imaginario colectivo. Es de suma importancia para el mundo, para la cultura, para las artes. No es sarcasmo. Es una realidad.
La farándula es un grupo privilegiado de personas que tiene la oportunidad de vivir como a buena parte de la sociedad le gustaría estar: con permisividad, con fama, con dinero, con hordas de almas en pena solicitando un autógrafo. Rodeado de gente bonita y lambiscona.
Porque actuar no es un trabajo, digamos, de ocho a cinco, sino un placer. Porque dirigir actores no es un trabajo, digamos, de lidiar con pasajeros que nacieron imposibilitados de entender la frase “donde caben dos, caben tres”.
Porque tocar un instrumento musical, o cantar, es menos difícil, digamos, que levantarse a diario a las cuatro de la mañana a arrear niños para irse al colegio, o escuela o al campo a levantar el azadón.
Porque dominar una pelota es como vivir eternamente jugando y no tecleando una calculadora o atendiendo clientes furiosos que no pueden descargar la aplicación más reciente para ver, sí, a los famosos.
La farándula es el catalizador social más importante del mundo occidental y ¿por qué no?, oriental, donde Bollywood y la liga de cricket arrancan pasiones. Las religiones tienen a sus famosos, a sus íconos. Entre Mahoma, Jesús, Abraham y Buda se disputan Likes y Followers.
Por eso es tan morboso cuando un famoso cae en desgracia, o se suicida, o va a juicio, o lo encuentran con otra/o, o no paga impuestos, o llora en cámaras, o le secuestran a alguien. ¿Saben por qué? Porque se puede ver en televisión la desgracia de un elegido por la Fortuna.
Se puede ver a un ángel caído, un imperio en llamas. Un ahorcamiento en estos tiempos de Internet siempre es público, mientras las páginas de los periódicos mundiales suman con palitos los muertos por los conflictos y a nadie le importa. Tener depresión en estos tiempos no es una broma, pero sí que un país le pase bulldozer a un pueblo.
También se puede sentir compasión por alguien que encarna los sueños que nunca se cumplieron. Brota un manantial de empatía en el desierto de la acritud por la humanidad. Las que lloraron la muerte de Lady Di, lloraron por el sueño muerto de verse ellas mismas coronadas princesas.
Lloré la muerte de David Foster Wallace por el sueño muerto de mi talento. Siento un vacío por Amy Winehouse porque ya nadie más musicalizará la tristeza ni el exceso de esa forma tan grave y densa que asemeja el caviar del infierno.
El Olimpo sacrifica a sus hijos para gozo de los mortales. Esquilo, la gozarías tanto en estos tiempos perdidos donde el Coliseo queda en la 9a. av. y 9a. calle, zona 1, y los animales se sientan en las butacas a ser entretenidos por el pueblo.
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