Sergio de León y yo fuimos muy amigos en tiempos en que la juventud nos arrastraba del cuello a la intensidad, a los excesos, y salimos impunes. Seguimos cada uno su camino propio de búsqueda, la mía literaria y la suya espiritual. Fuimos calcos del gonzo y las discusiones sobre el tema nos llevaron noches y años.
Me contó de cómo logró apaciguar a los demonios y quiero trasladar esa lección resumida acá. Es una aproximación de su encuentro con la paz y ahora que se fue, su dolorosa partida me deja ese hálito de cometa: la belleza de la luz y la promesa del regreso. Para mientras, las estrellas brillan:
“Estimado Juan Pablo, percibo que te ha hecho bien apartarte de los medios privados y masivos, lo refleja tu buen humor. En lo personal mi humor también ha mejorado, fíjate que cuando vivía en Colombia, sentía que la vida me golpeaba inclemente en cada ángulo de mi existencia y de lo cual intentaba escabullirme –ahora sé que lo hacía para evadirme– a través de subterfugios químicos, naturales, fermentosos, que al final fueron solo palas que me sirvieron para cavar un hondo, mohoso y gélido pozo, inconscientemente buscaba algo que me ayudara a salir de ahí. Así empecé a practicar yoga”.
“Casi cuatro años han pasado desde aquello y aunque quizás no pueda rellenar el pozo, salí de ahí. No es que haya encontrado ‘La Iluminación’ pero sí encontré como saciar la insatisfacción y amargura de la que me ocultaba, logré sanar muchas heridas y enfermedades; ahora me sé enfrentar con los desafíos que aparecen sin necesidad de drogas y alcohol”.
“Recuerdo que muchos años antes hablamos mucho sobre el oficio del periodismo y el party, el único PP que dijiste por el que votabas. Pues sí, el PP llega a ser un lugar o un estado que en un principio parece acogedor y cálido, pero te abstrae y luego te va volviendo indiferente de hasta de ti mismo, al extremo que en determinado momento y circunstancias algo te dice que debes salir de ahí. Hay que escuchar esa vocecita, ¿verdad? Jeje.”
“Algunos lo hacen por temporadas, otros dejan sus cositas ahí guardadas, creen que pueden ir y venir, pero yo me encuentro más a gusto quedándome fuera. Cada decisión tiene su valor y sus consecuencias”.
Eso fue lo último que me escribió Sergio, quien dejó su nombre para ser Sat Atma Singh Khalsa, un maestro del yoga y la meditación. Un poderoso destructor del ego, un alma de paz que traspasó esta dimensión dejando un cuerpo y un linfoma que murió cuando dejó de latir su corazón. Él, Sat Atma, caminó.
Akal Akal Akal.
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