Ayer 20 de octubre ya había escrito mi columna sobre apoyar a Juan Pablo Romero, del proyecto Los Patojos y de cómo fue nominado por CNN a ser un Héroe del año 2014. La tarde se abría como una aventura y me fui a La Antigua Guatemala como paliativo contra el hastío.
Tenía mucho tiempo de no ir. La Antigua no me gusta a pesar de sus parajes, bares, restaurantes. Y esas calles empedradas, ¡por Dios! Es una marimbeada a los riñones y sólo puedo ver las muletas de mi carro gastarse y sacar pequeños signos de quetzales en cada brinquito. Mi mecánico se soba las manos, gozoso.
Precio demasiado alto para pagar por una visita, a mi criterio. Quería una pulsera de cuero y unas botas. Sí, botas de cuero tipo vaquero, son las cosas que uno piensa un 20 de octubre en vez de andarse somatando el pecho y subiendo tuits y estados de FB pidiendo "sangre tipo Árbenz". Bitch please.
Fui a comer a La Fonda de la Calle Real. Con decirles que he comido mejor en el mercado de Antigua les digo lo pésimo de sus platos. La carne seca, el chorizo y la longaniza, ácida. Los frijoles eran de antología y el queso exquisito. Naranjada con soda de maquila de la cervecería. Pura mierda, en general.
En mi columna publicada hoy martes 21 de octubre en Siglo 21, hago mención que el proyecto lo inició en el garage de sus padres y donde efectivamente, aun siguen reuniéndose a diario 150 niños de diferentes edades. Entiéndase bien, a diario. Ayer fue lunes de feriado por la Revolución del 20 de octubre y estaban "echando relajo" con marimba, breakdance, pintura y comiendo chuchitos. Me lo dijo JP.
La escuela de Los Patojos es un proyecto serio. Serio. Hay una construcción en ciernes estilo colonial (cumpliendo con los requisitos de la ciudad para edificaciones) y columnas de Conacaste. Madera extraída del árbol del mismo nombre y reconocida por su durabilidad y alto precio.
No entiendo la pasión por algo tan grande. La puedo entender por la literatura como la tengo yo, pero es algo personal, algo interno, íntimo. Es un ejercicio egoísta por la belleza porque no dejo nada para nadie, sólo para mi propio ego y contemplación. Pero lo miro a Juan Pablo y habla con la misma pasión con la que yo lo hago por mis autores favoritos. Está loco como y me cae bien, el tocayo. Su locura contagia a las personas; la mía, sólo a mí.
Reñirá con tecnología, método y calidad de los mejores colegios del área metropolitana. He recorrido el país y conozco proyectos ambiciosos. Nada como este, es una realidad imparable. Las aulas de los colegios de Carretera a El Salvador se codean con esta. El método de enseñanza es una variante del Montessori, con la diferencia que acá la atención del niño estará ocupada todo el tiempo. Eso incluye la hora de la comida.
Dos profesores de Los Patojos escuchan hip hop y hacen sus lances de breakdance. Se ven interrumpidos por nuestra visita y no saben si seguir bailando o limpiando. El beat retumba por la estancia vacía y clara, me enseña el precioso mural que se me olvidó preguntar quién lo hizo. No iba de trabajo, esto salió de la nada. Hay un ventanal donde la parte alta tiene la forma de un balón de futbol, esto a petición de uno de los chicos que exigió que así fuera. Me dice Romero que cuando lo vió, el niño lloró. Nunca antes le habían complacido en algo ni tomado en cuenta su opinión.
Sus planes son a largo plazo y la política no está en esos. Aunque una alcaldía con lo que sabe este tipo de gestión de proyectos y presupuestos, no se me hace una mala idea. Yo votaría por él. Ríe al jugar con la Justicia, le tira un pedazo de madera y la Justicia se lo trae.
Justicia es una perrita que fueron a tirarles en un costal a la esquina de la escuela. Los alumnos se ofendieron al ver el trato hacia el animal y consensuaron que lo hecho fue una injusticia para el animalito, una bella ejemplar de chucha callejera. La recogieron y la cuidaron y le pusieron de nombre, sí, Justicia. Ahora ayuda a cuidar el proyecto.
El salón interactivo tendrá de todo, un aula para presentaciones, para películas, para teatro, con cuartos oscuros para fotografía, post producción y tecnología audiovisual de punta. Todo para los patojos que están ávidos de aprender.
Al verlo, los albañiles, dejaron la seguridad - total es agua nada más - y se lanzaron a terminar de llenar el espacio, bajo el agua, titirando de frío pero se logró. "Profe", le dijeron a JP, "nadie trabaja como usted y usted nos enseñó cómo, porque usted no sabe nada de construcción pero sí que hay que hacer el trabajo a como de lugar". "Es que es para sus hijos, muchá", dijo Romero, "acá van a estudiar para que sean mejores que nosotros".
A buscar al municipio de Pastores, entonces. En honor de la verdad no iba por botas de vaquero de cuero de cocodrilo del Nilo, cabeza de cascabel en la punta, y los huevos de un garrobo en los tacones. Iba por algo menos masculino: quería unas chancletas de cuero para salir del baño.
Imaginé que la industria de la talabartería me ofrecería ese tipo de calzado y más. Calzoncillos de cuero, jeans de cuero, playeras de cuero, albardas, sombreros, fundas de lapiceros, smoking, polainas, látigos y esas cosas del diario vivir si uno fuera Indiana Jones, o maestro de español de Antigua (que a la vez es el Maestro de salsa, Chamán maya, Guía turístico y Amante de insulsas cooperantes). Pero no, sólo hacen preciosas botas.
Me impresionó ver, eso sí, la bandera de México en la municipalidad de Pastores junto a la de Guatemala. "Chinga mi madre", pensé, "nos anexamos nuevamente". Pero no, al parecer había una visita importante de México por la cantidad de camionetas de lujo con aproximadamente 50 guardaespaldas que parecían minions armados.
Eso me lo explicaba el policía al tiempo que me urgía que dejara de gritar "¡Viva México cabrones!" y que dejara de vitorear a Vicente Fernández para presidente de las provincias al sur de Chiapas. Tarde me lo explicaba, luego de haberle prendido fuego a mi DPI y ahora me veo en la penosa necesidad de ver si vendo el chip, como chatarra de cobre.
Ya de regreso me tocaba la pasada obligada por Jocotenango y recordaba mi primer trabajo como encargado de un taller de tornos justamente allí. Yo tenía 20 años y Arzú era el presidente. Ahora el local es usado como sede política del PAN, como triste contrapunto de esos años.
En ese tiempo yo leía a Neruda y me refaccionaba una Coca Cola con una bolsa de Crujitos, fumaba Marlboro Menthols de los gringos, que compraba en el portal del comercio frente al parque de Antigua. El local que albergaba el taller de tornos, aun tiene las puertas que hicimos.
En ese entonces sí me gustaba la Antigua. Recordaba esto cuando a la altura de la escultura del jocote, cuando vi a un chavo en bicicleta y dos escobas al hombro que transitaba plácido: era Juan Pablo Romero. A pesar que esta pueda parecer una crónica arreglada, no lo es. Empecé a tomarle fotos cuando iba en su cicle con las escobas porque me gustar documentar esas escenas peculiares de la cotidianidad.
Vaya coincidencia. Le adelanté y me paré a saludarlo y explicarle que justamente ese día había escrito sobre él, instando a la gente a que votara por el proyecto Los Patojos. "¿Querés ir a conocer la escuela? Está a la vuelta", me dijo y lo seguí.
Queda adentro de un callejón estrecho que de noche seguro espantan, o asaltan o ambas. Se rió JP, "Antes sí vos, pero ya no. Logramos limpiar todo esto para que sea más sano". Es un terreno circulado por una pared de adobe vieja y láminas que guardan dentro algo que me dejaría con la boca abierta.
En mi columna publicada hoy martes 21 de octubre en Siglo 21, hago mención que el proyecto lo inició en el garage de sus padres y donde efectivamente, aun siguen reuniéndose a diario 150 niños de diferentes edades. Entiéndase bien, a diario. Ayer fue lunes de feriado por la Revolución del 20 de octubre y estaban "echando relajo" con marimba, breakdance, pintura y comiendo chuchitos. Me lo dijo JP.
"De hecho, hoy hay dos cuates trabajando en la escuela y yo les vengo a acompañar, por eso compré las escobas, venir a barrer y ordenar un poco, eso me relaja de la bulla diaria de estar con los patojos", me dice y abre la puerta. Nos atiende un guardián con una nueve milímetros al cinto. Es una CZ toda de metal circa 1990.
Adentro un desorden propio de una construcción me deja anonadado. Esto dista mucho de lo que me había imaginado. "Este terreno es el resultado del ahorro de diez años. Lo compré. Antes era un basurero comunitario y la gente venía a tirar desperdicios y eso ayudaba también a que los muchachos se juntaran a no hacer nada. Bueno, a hueviar sí", dice Romero. El terreno, calculo, será de 20 metros x 75 de largo y su parte más larga se extiende paralela a la calle solitaria que les hablé.
La escuela de Los Patojos es un proyecto serio. Serio. Hay una construcción en ciernes estilo colonial (cumpliendo con los requisitos de la ciudad para edificaciones) y columnas de Conacaste. Madera extraída del árbol del mismo nombre y reconocida por su durabilidad y alto precio.
"Quería lo mejor para esto. Quiero que esta escuela perdure por muchos años, muchos más de cuando no esté yo; así que le pregunté al arquitecto qué era lo mejor para hacer este proyecto y me dijo que el Conocaste pero que era caro y le dije que diseñara en función de ello y que me encargaría de traer la madera".
"Días después me encontraba en un aserradero comprando los tres camiones de madera de Conacaste. Asustado, porque ya me imaginaba siendo parado por los policías que iban a pedir dinero a pesar de contar con toda la papelería en orden y registro de los árboles. Yo venía bajo el agua, cuidando mi madera en la parte de atrás del camión", relata JP.
No entiendo la pasión por algo tan grande. La puedo entender por la literatura como la tengo yo, pero es algo personal, algo interno, íntimo. Es un ejercicio egoísta por la belleza porque no dejo nada para nadie, sólo para mi propio ego y contemplación. Pero lo miro a Juan Pablo y habla con la misma pasión con la que yo lo hago por mis autores favoritos. Está loco como y me cae bien, el tocayo. Su locura contagia a las personas; la mía, sólo a mí.
La construcción es de un blanco inmaculado que contrasta con el caramelo de la madera. Es un helado de vainilla veteado. Es rico, cremoso y destila belleza de cabo a rabo. Tiene rampa para personas en sillas de ruedas, los baños son de primera, no hay nada mal hecho, los detalles son el eje de esta escuela de bases sólidas (hablando de construcción) y sus aulas serán la vanguardia en educación.
Reñirá con tecnología, método y calidad de los mejores colegios del área metropolitana. He recorrido el país y conozco proyectos ambiciosos. Nada como este, es una realidad imparable. Las aulas de los colegios de Carretera a El Salvador se codean con esta. El método de enseñanza es una variante del Montessori, con la diferencia que acá la atención del niño estará ocupada todo el tiempo. Eso incluye la hora de la comida.
"El alumno podrá estar en la computadora aprendiendo de geografía, mientras que su compañero de grado está a un metro con un ábaco aprendiendo matemáticas y el profesor explicando a otros alumnos sobre la clorofila. Si se aburre, puede salir diciendo a dónde va a ir, donde otro profesor le recibe para que se "distriga" de lo que estaba haciendo y podrá aprender mientras tanto, cocina, por ejemplo. Ayudará a preparar los alimentos de los demás, o bien, salir a hacer ejercicio practicando baile, o meditando. Su mente nunca estará ociosa", explica JP. Por mi cuenta, quisiera tener otra vez diez años.
Dos profesores de Los Patojos escuchan hip hop y hacen sus lances de breakdance. Se ven interrumpidos por nuestra visita y no saben si seguir bailando o limpiando. El beat retumba por la estancia vacía y clara, me enseña el precioso mural que se me olvidó preguntar quién lo hizo. No iba de trabajo, esto salió de la nada. Hay un ventanal donde la parte alta tiene la forma de un balón de futbol, esto a petición de uno de los chicos que exigió que así fuera. Me dice Romero que cuando lo vió, el niño lloró. Nunca antes le habían complacido en algo ni tomado en cuenta su opinión.
Algo me dice que la vocación de maestro de Juan Pablo va más allá de la mera enseñanza sino se mete a aguas más profundas y turbias como pedir el cambio de la comunidad, su mejora, ver el presupuesto de la cosa pública. Al hablar de ello, se tocan fibras sensibles, nervios dentales que pueden dar los dolores más grandes: la política y la delincuencia.
Restar espacios a ambas mafias es restarles operaciones. Si se ocupa a los más pequeños de la comunidad, las maras no tienen cómo reproducirse porque los efectos de la buena educación alcanzan a los hogares. "Los papás de los alumnos, vienen los fines de semana a barrer la calle, a recoger la basura y a juntarla, saben que esto es para sus hijos y lo cuidan", dice el director.
El pastel que un proyecto de este tamaño significa para los operadores políticos es nada despreciable. Me cuenta que le han visitado todos los partidos políticos y que junto a su familia los ha recibido amablemente en su casa. Llegan, se presentan y los hacen pasar a la sala familiar, "una vez entrados en confianza y antes de que empiecen su presentación, café en mano, les decimos con mis papás que gracias por la visita pero que a todo lo que tengan que decir la respuesta es un rotundo, no."
"Terminan su café y se van". El mayor reto ha sido trabajar con el Cocode local donde les ha dicho sus verdades y de forma tajante. Se han mentado madres a mansalva. Le han tachado de insolente, de irrespetuoso e hijo de puta malcriado. Romero habla con la verdad en la mano y demuestra lo que ha logrado en estos diez años. Los padres de familia, cuando se trata del futuro de sus hijos, sólo hay un bando: el de la educación y apoyo. Romero tiene una buena hinchada.
Sus planes son a largo plazo y la política no está en esos. Aunque una alcaldía con lo que sabe este tipo de gestión de proyectos y presupuestos, no se me hace una mala idea. Yo votaría por él. Ríe al jugar con la Justicia, le tira un pedazo de madera y la Justicia se lo trae.
Justicia es una perrita que fueron a tirarles en un costal a la esquina de la escuela. Los alumnos se ofendieron al ver el trato hacia el animal y consensuaron que lo hecho fue una injusticia para el animalito, una bella ejemplar de chucha callejera. La recogieron y la cuidaron y le pusieron de nombre, sí, Justicia. Ahora ayuda a cuidar el proyecto.
El salón interactivo tendrá de todo, un aula para presentaciones, para películas, para teatro, con cuartos oscuros para fotografía, post producción y tecnología audiovisual de punta. Todo para los patojos que están ávidos de aprender.
"Acá les enseñaremos que todo el conocimiento sirve para crecer. Si quiere escribir, a cómo ser un excelente escritor/comunicador y lograr vivir de ello. Si le gusta cocinar, a ser un excelente chef pasando por mesero, jefe de cocina y administrador. Baristas, turismo, artes, economía, administración. La diversidad de disciplinas en que pueden desarrollarse es tan grande como las personalidades de cada uno de los alumnos", asegura JP.
El auditorio está a medias, acaban de hacer la fundición. Fue un jueves lluvioso y es lo peor que se puede pedir para fundir. El agua puesta y la docena de albañiles, cubeta tras cubeta, antes que viniera el aguacero. Y vino antes de terminar. Goterones espesos como calibre .50, una ametralladora de agua celestial. Juan Pablo, codo a codo con los muchachos, llevando cubeta tras cubeta. Los albañiles se metieron bajo techo a cubrirse y Romero siguió cubeteando el cemento.
Al verlo, los albañiles, dejaron la seguridad - total es agua nada más - y se lanzaron a terminar de llenar el espacio, bajo el agua, titirando de frío pero se logró. "Profe", le dijeron a JP, "nadie trabaja como usted y usted nos enseñó cómo, porque usted no sabe nada de construcción pero sí que hay que hacer el trabajo a como de lugar". "Es que es para sus hijos, muchá", dijo Romero, "acá van a estudiar para que sean mejores que nosotros".
Desde entonces, los fines de semana, los albañiles que quieren pueden llevar a sus hijos a que compartan con los demás patojos. Un cambio de actitud en la forma en que se trabaja, para beneficio de todos.
Ya es tarde y me despido y quedo con esta idea masticándome. Llego a mi casa luego de pasar una hora en el tráfico para salir de Antigua (odio a La Antigua Guatemala) y abro el Facebook para votar por Juan Pablo Romero en CNN. Hay una discusión larguísima en el estatus de uno de mis amigos de la red social sobre la Revolución y que si los militares, y que si no, y que la primavera robada y esto, lo otro. ¿Siguen pidiendo sangre tipo Árbenz? Eso ya no existe, un caudillo es temporal, pero un método bien aplicado, de resultados plausibles no lo borra nada. Yo voto por Romero, soy un fan, lo confieso.
Esta es la nueva revolución, amigos. Dénle "refresh" a su buscador.
Yo conocí a Juan Pablo (en persona) en un concierto de El Gordo, pero ya eramos 'cuates' virtualmente. Me dio mucho gusto, porque he visto desde hace tiempo el proyecto de "Los Patojos", pero al mismo tiempo, siempre me quedé con la maldita espina de que no pude ayudarle en nada.
ResponderEliminarCuando digo ayudarle, me refiero a que en algún momento pensé en hacer unos talleres modestos de teatro (modestos por el tiempo), inclusive quedamos en algunas fechas con su amable esposa, pero, precisamente, el maldito tiempo, ya no me dejó a mi ni a la compañía de teatro. Es una mulada pensar así, pero es lo que me pasó.
Luego, pensé, ya que Los Patojos es un proyecto que ha ganado notoriedad, pues ahora está en boca de todos (incluidos políticos, tal como lo expusiste, así como celebridades y demás), ahora se me hace feo retomar las pláticas, pues no quiero que piensen que "aprovecho el momento" para retomar la idea y trabajar.
Pero haciendo a un lado esto, siempre me ha llegado que JP Romero ha hecho las babosadas con la boca callada. Conocí a uno de los profesores (bueno, conocí a algunos ese día del concierto) y me cayó bien en el momento, es bien chingón y cague de risa, hace teatro y escribe libretos, me imagino que por eso jaja. El punto es que, pensé que si así es con la gente que acaban de conocer, no imagino cómo serán con sus alumnos. Sin duda alguna se la pasan deahuevo "Los Patojos".
En fin, que buen artículo este. Ojalá Juan Pablo gane el "CNN Héroes 2014", aunque no le hace falta, pero pues, para que, aunque siga trillada la frase, sepamos que hay todavía guatemaltecos deahuevo, que no solamente ven el derecho de su nariz (así como yo talvez).
Saludos banda.
Por supuesto, cuando me refiero a que ha trascendido el proyecto "Los Patojos", me alegro y muchísimo, por si no me di a entender :P
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