(Todas las fotos de esta serie de crónicas son de mi autoría)
(Cuando hablo de cuidar, es regar
plantas y ver Netflix, no andar con escopeta calibre 12 Golan style, ¿ok?, Y
no, no es que me ofenda que me comparen con un escopetudo).
Y donde la otra media humanidad
compuesta por fotógrafos profesionales, amateurs, estudiantes, de fin de
semana, de Polaroid, Instagrameros (pertenezco a esa ralea), deciden ir a
documentar lo que tiene más registro en el planeta: las procesiones de La
Ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala.
Le siguen en nivel de documentación
global, los leones de Discovery Channel, el hombre más gordo del mundo de Nat
Geo, los alienígenas del History Channel, y los tuiteros de Tuti Furlán.
¿Qué chingados hago yo en esta ciudad
que me saca de quicio? No lo sé, bien pude decir que no, bien pude decir que me
iba a Europa o que estaba enfermo. Lo que pasa es que en el curso de relaciones
interpersonales de Dale Carnegie que actualmente estoy tomando para ser un hombre civilizado y socialmente aceptable, me pidieron
que hiciera algo que me retara o que leyera Nos Veremos en la Cumbre, de Zig Ziglar. Prefiero pasar por el infierno, así que Antigua será.
La misión era soportar el tráfico de
ida, lograr llegar a la casa, parquear el auto y salir a caminar y conocer
gente nueva, interaccionar con los naturales del poblado y la fauna local
endémica y la ocasional. Soportar el tráfico de regreso y volver a mi insulsa
vida.
Lo vi como un reto, y decidí tomar el
papel como un moderno doctor David Livingstone en búsqueda del origen del Nilo,
sólo que más negro y con barba. Eso sí, hacemos intersección en el sombrero
porque la tropi elegancia no se pierde con nada. Él usa un safari y yo un
fedora.
Salí el miércoles temprano con la idea
de pasar de cuatro a cinco horas para ingresar a Antigua. Un tráfico de mierda,
pero una vez mentalizado, no había problema porque tenía mi lista Deezer a
punto y genial. Lo que me falló es el plan de datos de Tigo que cada vez dura
menos (ya les estoy preparando un texto chicos del can).
Oh sorpresa, el tránsito vehicular era
fluido e hice de llegada una hora y media de camino, desayuno incluido y parada
técnica en el supermercado a comprar plaquitas de repelente de zancudos porque
el dueño de la casa antes de abordar su avión, me lo sugirió. Afortunadamente
fue tan corto el viaje que no me dio tiempo de despotricar contra los de Tigo
por lo de la música (ya viene su carta pública, muchá…)
La casa de mi cuate es pequeña, tiene
un cuarto con su closet, un baño, una sala, una cocina con bar y un patio
rodeado de vegetación que las hace de comedor al aire libre. Conexión al
universo de Internet y Netflix. Serían cinco días dedicados al narcisismo.
Llegué y doña Pancha aún seguía
afanada en la limpieza de la casa y me dijo que en cuestión de dos horas, se
desocupaba. Perfecto, a caminar. La casa queda en la novena calle “C”, conocida
como la Calle Sucia, en la parte de atrás del hotel Camino Real. Al final de la
calle, la salida a Ciudad Vieja, y al inicio, la Iglesia Escuela de Cristo (la
cual se convertiría más adelante, en la sede de mi experimento sociocultural).
Antes de entrar en materia, les
contextualizo, trabajé en Antigua Guatemala por casi un año, viajando de la
ciudad a allá y cambiando muletas de carro y amortiguadores, dos veces. Por lo
tanto, odio manejar en esa ciudad porque cada piedra de las calles empedradas
es un pecado que he cometido y cada vez que llego, mi alma brinca a la par del
carro, recordándomelo.
Dicha ciudad, los fines de semana, es
el mingitorio oficial de los borrachos de la ciudad de Guatemala que viajan
allá en búsqueda del unicornio azul. Es decir, lograr cogerse o conectarse a
una gringa sabrosa para probar pura pechuga, carne blanca, desabrida, porque
están hartos del bofe nacional, a pesar que aman su sabor. Y esto aplica para
ambos géneros, hombres y mujeres.
Ir a Antigua es una ceremonia parecida
a ir a pararse en la frontera de Estados Unidos: buscar la oportunidad de pasar
al otro lado. Pocos lo hacen, pocos lo logran y apenas debajo del 1%, logran
salir de esta tierra pérfida y violenta, consiguiendo marido o mujer gringa (es
decir, extranjera/o de cabello rubio).
Lo más seguro, es que esos jóvenes guatemaltecos
de ambos sexos que salen en búsqueda de lo distinto -del amor foráneo-, se conecten entre ellos comiéndose en arrebatada pasión; el premio de consolación, el diploma de gracias por participar.
Quede la chica embarazada y se casen entre ellos, perpetuando el ciclo de la huida fallida de
este país: sus hijos querrán hacer lo mismo. Sísifo, descansa tu piedra, acá
hay suficientes chapines listos para hacerte huevos.
Próxima entrega CRÓNICA DE UNA
SEMANA SANTA ANUNCIADA: MIÉRCOLES 1.
5 comentarios:
Nitido!!! esperando la segunda parte.... desde que lo anunciaste en Twitter que ibas a la Antigua estaba esperando esto.... Saludos!
Ya viene la segunda, saludos Cachorro y gracias por la lectura :)
Super vos!
La Chachi.
Esperando la segunda entrega, a ver de qué me perdí por huirle a Antigua... Abrazos, Sara
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