miércoles, 15 de abril de 2015

CRÓNICA DE UNA SEMANA SANTA ANUNCIADA: MIÉRCOLES 1

(TODAS LAS FOTOS DE ESTA SERIE DE CRÓNICAS, SON DE MI AUTORÍA)

Como les dije, llegué y empecé mi caminata hacia el parque que es como la aduana de Antigua, no sé porqué, pero todo aquel que llega a la ciudad colonial debe ir a allá de principio para reportarse, ubicarse y/o pedirle perdón por anticipado por los cagadales que se irán a hacer.

Me gustan los excesos, no es secreto. Así que me relamía los bigotes pensando en todos los lugares en que terminaría como coyol de cachalote: hasta atrás y en aguas. Y algo pasó cuando llegué al parque, algo que me cambiaría y haría verme al espejo: el día estaba precioso, plácido, de estampa.

Parecía que había entrado en un mundo paralelo donde nada era ajeno, todo era mío, los policías amables, los vendedores, nada impertinentes, el canto de las aves era sincronizado, los automovilistas atentos, los tuctuqueros era querubines y un ambiente de fiesta sana se olía en el ambiente.

Estaba yo sentado asumiendo la ciudad, cuando un muchacho de una veintena de años caminaba borracho y acosaba a unas extranjeras que tomaban fotos de la fachada. Intentaba hablar inglés, pero la verga que cargaba, lo hacía hablar ruso o turco, o cualquier dialecto indochino. Daba lo mismo y daba pena.

No cabe duda, he cambiado. Tal imagen me remitió a unos años atrás cuando trabajé allí como les conté. Y era yo un latinlover en ciernes, un “guatemalancurious”, como dice mi amigo Paco Fión, es decir, aquel que maneja ciertos conocimientos de historia, arte, política y que mínimo, es bilingüe.

Esta herramienta del lenguaje sirve para contextualizar a las extranjeras para que sepan que se está con un ser pensante, un sensible, un cuasi artista, no cualquier maestrito de español o bailarín de salsa.

El secreto es no llamarse ni asumirse como tal, porque rompe el hechizo, es hacer todo lo que hace un artista, pero jamás tomar como propio el oficio, nunca hay que presentarse como un ESCRITOR o PINTOR o CANTAUTOR, noooo, noooo, uno “escribe”, uno “pinta”, uno “canta”. Nada más. Ejemplo:

MATAPASIONES
Gringa: - ¿Ouuu y que hacer tu en este bella país para vivier?
JP: - Pues soy escritor.
- Ouuu, interesanteuuu y cuantos librouuss tu haber publish?
- Mmm, ninguno.
- Clarouuuu, tu ser mamón y mis padres advertirme de assholes como tu que tienen más ego que talentouuu. Tu vete a comer tu propia mierda.
- :(

CASACA
Gringa: - ¿Ouuu y que hacer tu en este bella país para vivier?
JP: - Pues trabajo de lo que me gusta, que es escribir sobre la cultura y el arte de mi país. Me gusta leer y en mis tiempos libres, hago poemas.
- No puedo creerlouuu un periodista con alma de poeta, ser pocouuus de tu especie.
- Ser poeta, no me gusta llamarme así, soy apenas un aprendiz. Es un título demasiado largo, muy pesado, como 500 años de conquista española.
- Pobrecitouuu, ¿te puedo invitar a un traguitouuu?
- Claro gracias, que pena, no acostumbro a hacer esto, no me gustaría porque tengo un texto a medio terminar y me está viniendo la inspiración… pero los chapines… no, no me gusta llamarnos así porque es un mote que los peninsulares le colocaron a los mestizos… prefiero creer que tengo dentro de mí al espíritu de Tepeu que me bendice a los cuatro vientos. Así que prefiero llamarnos Nietos de los mayas. Pero te aburro con mi contexto sociocultural, mejor pidamos un cubetazo. Para cada uno. Ay, qué pena… tu estás tomando una cuba, nada que ver, te me vas a cruzar. Mejor sigamos con ron, pero del mejor ron del mundo… MESEROOOO, UNA DE ZACAPA… CUATRO MINERALES, HIELO Y TRES PLATOS DE BOCAS DE CARNE! UNA CAJETILLA DE BLUE ICE, UN ENCENDEDOR, CENICERO, DOS PLAYERAS DE ESAS CHILERAS QUE DICEN MONO LOCO, LA CUENTA Y LA FACTURA… ¿a nombre de quién te pido la factura, va a ser tarjeta o cash, baby?
- :D

Como les decía, ver al chico veinteañero en esos trabajos, me dio un poco de ternura, mucha lástima e instrospección. Ese era yo, ese mamarracho ebrio, ese judas vestido con escombros, fui yo. Traicionando y mintiendo a cambio de la experiencia.

Vamos, este marinero ya está viejo para salir a la caza de la ballena blanca. Y no me refiero a una holandesa que me agarró de chinchín una noche y me sentó en sus piernas enormes. Era jugadora de lacrosse y pesaba, como 2.5 juanpablos. Ahora con los años puedo reírme, pero les confieso que temí por mi vida esa noche. Dios es grande. Muchas gracias Virgencita del perpetuo socorro.

Puta. Estoy en el ombligo de la guatemaltequidad por excelencia, donde se originaron las tradiciones que pueblan la sique de todos nosotros. ¿Saben qué? Ya he chupado lo suficiente en mi vida, voy a vivir la Semana Santa como un creyente, iré a las misas, los velatorios, las unciones, las veladas, las procesiones, tomaré fotos y comeré. Comeré porque tengo trompa, y veré todo esto porque tengo ojos.

Ya mucha acidez he vertido en este puto planeta, es hora de regresar a mis orígenes de católico y vivir esto como nunca lo he vivido. Seré un hombre humilde con lo que tengo, ya no más envidias a Slim, Jobs o Zuckerberg. Pensaba todo eso, evaluando mi vida, cuando me dio sed y entré a un bar restaurante llamado Casablanca donde en diciembre fuimos a aprovechar la oferta 2X1 de tragos con Leslie Sechel, Alejandro Marré, Selene Mejía, Pablo Bromo y María José Pérez.

Fue para el casamiento del gran amigo y hermano Jaime Permuth, a la vuelta y donde la pasamos muy alegres haciendo lo que mejor sabemos: chingar la pita y beber largo y tendido. Fue el afterparty a dicho restaurante donde con algunos primos de la novia coreana, hablábamos el universal lenguaje del guaro.

Entré ahora con voz decidida:
- Deme una micheladdd….
- (Mi conciencia: no Juan Pablo, deja el licor de lado, sé sano)
- Puta mano, tengo sed.
- (Sí, pero hay otras opciones, recordate del bolito en el parque, no querrás terminar así)
- Ejem… mesero, un jugo preparado. Doble y en las rocas.

Estaba frío, picante y ácido. Me ayudó a la sed y con el gaznate en llamas, decidí que era hora de empezar mis votos de austeridad, y me fui a invertir Q500 en mi almuerzo al Tenedor del Cerro.

Aprovechando que es Miércoles Santo, la gente aun no se viene en marabunta a la ciudad colonial, así que manejé hacia el conocido restaurante del internacionalmente multipremiado hotel Casa Santo Domingo. Cero licor y pedí un fruit punch que es refrescante y se convirtió en mi vara para medir la capacidad de los restaurantes elegidos para hacer bebidas naturales.

La tarde seguía perfecta, una brisa primaveral acariciaba el lomo del cerro donde me encontraba y solicité una ensalada de manzanas mixtas. Es una perfección a los sentidos, las manzanas tricolores vienen cortadas en julianas, contiene además, albaricoque deshidratado y lo coronan con vinagreta de tamarindo que me hizo cerrar los ojos y disfrutar el astringente y dulce sabor. Yo le hacía competencia al sol de radiante.

Mientras comía despacio empecé a leer el libro Fauces de Byron Quiñónez y solicité un Pennettealla Papalina que me vino demasiado al dente y la salsa muy aguada pero de precioso sabor. Traía cubos de jamón ahumado de 1 x 1 Cm, muy bien cocido, eso sí, he comido mejores Pennettes. Lo sé, ríanse, cabrones malpensados.

Para cerrar mi almuerzo, pedí las costillas a la barbacoa y fue la mejor decisión que he tomado en mi vida. Esa, y salir corriendo con el pantalón en la mano años antes, cuando la holandesa que les conté quisiera propasarse conmigo y me pudiera partir el espinazo cuando se me sentara encima. Si lees esto Meike, lo siento, estabas grandecita y temí quedar inválido.

La carne de la costilla se caía al contacto del tenedor, estaba en su punto, suave, jugosa y la barbacoa, era la segunda venida de Cristo. Perdón por la comparación, pero es semana santa y tengo el espíritu religioso a flor de piel. Las degusté despacio, mordiendo cada trozo de carne mientras miraba el atardecer llegar.

Las aves cantan en ese cerro. Toda Antigua canta con el sonido de las aves. Es una tarde perfecta y me encanta poder estar con este grado de ¿madurez? en este espacio. Sentado, analizando la obra divina, es decir, lo que nosotros pensamos que Dios hace para él, a través de nosotros. De cómo le construimos, le idealizamos, frente al gran vacío universal.

¿Quién en otro planeta come lo mismo y lo piensa? Las grandes preguntas de Fernando Pessoa las cantan las aves. Yo me sigo sumergiendo en las obras densas, las situaciones negras de Fauces, por fuera hay aves del paraíso, por dentro, una manada de perros negros destroza a una procesión.

Termino el capítulo y salgo a caminar en las instalaciones del Comedor del Cerro. Está jardinizado, tiene un aviario con pericas y pericos de todos colores, es un museo al aire libre, tiene obras de González Goyri, Efraín Recinos y varios artistas nuevos. Es un diálogo de arte intergeneracional, las familias caminan dejando de lado el arte que allí está, observándolos de vuelta.


Hay una estatua de Recinos allí, en bronce, de tamaño natural. Le hace justicia pero hay un detalle que me mata: el escultor lo hizo con zapatos Crocks. Puta madre, pienso, ser eternizado en tales adefesios calzatoriales, ha de ser un pago por algo. Pobre el master.

En fin, sólo los niños ponen atención al arte, ellos comulgan con las obras y piden explicaciones que no es necesario tener un doctorado en bellas artes para entender, pero los padres los ignoran. Camino despacio dentro de un sótano circular con obras colgadas, estoy sólo allí dentro, en una nave que recibe las voces del exterior y reflexiono, algo se rompe dentro mío, algo cambia, tengo preguntas y una vocecita de niño aparece en escena.

Por un instante pienso que es mi niño interior saliendo a reclamarme años y años de huídas y traiciones a mí mismo, pero no, es un niño pidiéndole a su padre que hagan el recorrido y la lectura de un poema de Humberto Ak´abal escrito en la entrada, el texto se llama el Jaguar y es precioso, cada verso está escrito en piedras en el suelo y hay que seguirlo, haciendo el sinuoso y errabundo caminar del felino.

- Papi, hagamos el recorrido.
- No.
- Es cortito, papi, ¡Léeme qué dice acá!
- No mijo, no hay tiempo, además pueden ser palabras de albañil.
- ¡Pero tienen dibujitos!

El niño vencido en su diminutez se deja acarrear a un mirador ubicado 40 metros más adelante donde el papá, reúne a la familia, extrae el selfiestick y hace una fotografía. Toma el celular el señor, que tendría mi edad, teclea la pantalla y puedo imaginarlo escribiendo en su perfil de Facebook: "paseo cultural con la familia".

Una vez cumplido el compromiso de red social, los niños se quedan corriendo por la explanada persiguiendo mariposas que se posan en el suelo, leyendo ellas sí, los poemas escritos en la tierra, que no importa quién los haya puesto, si un poeta, un albañil o un ratón. Es la tierra la que manda las señales y son los más humildes seres, los más inocentes, los que escuchan esa voz. La risa de los niños es su forma de volar, son sus alas.

Las mariposas vuelan y yo camino con las manos en las bolsas de mi pantaloneta, me siento derrotado a pesar del banquete que he comido una hora antes. En honor al niño, hago el recorrido del poema. Lo leo despacio y en voz alta, empieza en el primer ladrillo con el título, luego cada verso está escrito en otro y así hasta el final:

Jaguar
Otras veces soy jaguar,
corro por barrancos,
salto sobre peñascos,
trepo montañas.

Miro más allá del cielo,
más allá del agua,
más allá de la tierra.
Platico con el sol,
juego con la luna,
arranco estrellas
y las pego a mi cuerpo.

Mientras muevo la cola,
me echo sobre el pasto
con la lengua de fuera.

Estoy cansado y triste. Es hora de irme.

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Sigo caminando y empieza a anochecer. Me dirijo hacia la Escuela de Cristo que será mi centro de operaciones religiosas, el contacto con ese mundo desconocido del catolicismo, mi conejillo de indias para acercarme a vivir las fiestas más importantes de la Iglesia Católica alrededor del mundo.

El empedrado. El maldito empedrado, ni siquiera podría irme en bicicleta para el lugar, acá todo es caminar y torcerse los tobillos y usar tenis porque unas mocasinas de suela de cuero, sería como andar patinando.

Estaba en esas cavilaciones cuando me topé con los hermanos Payeras en su barcito llamado XQNo? (¿Por qué no?) y los saludé efusivamente, son un amor los tres Clau, José y Luis, me caen bien y son talentosos artistas y luchadores empresarios, tienen una pequeña cocina para platos relativamente simples, de fácil hechura, excelente sazón y tiempo de espera, de cinco minutos. Quedé de pasar de regreso.

La feria se abría como los brazos de una familia, los olores y colores me daban la bienvenida en la calle que lleva directamente al atrio, vi allí cosas inverosímiles como las piñas coladas con los rostros dolientes de Jesús y la Virgen María, un contraste maravilloso de dolor, color y sabor. Las bauticé como las Sad Piña Colada.

Elotes, churros, pizza, chéveres, tostadas, chuchitos, corbatas dulces, café con pan, vendedores ambulantes de juguetes y la gente, la gente caminando lentamente, viendo lo mismo que miran todos los años, saludando a las personas que saludan a diario, comiendo lo mismo de la cotidianidad.

Las procesiones no son un acto de fe, son un acto social, es la fiesta máxima de un pueblo doliente que ha vivido al borde de la muerte, donde la tragedia le hunde la cara en terremotos, en aludes, en políticos corruptos, en delincuencia atroz, en el cambio natural de los tiempos.

Acá se celebra el dolor porque no se puede celebrar otra cosa, el pueblo de Guatemala es una herida que a ratos encostra y a ratos sangra, sin sanar completamente. Entiendo esto cuando miro a una muchedumbre intentando entrar a la iglesia donde han hecho el Altar de Velación de la Consagrada imagen del Señor Sepultado. Este año se llama El Sueño de Jacob y es alucinante.

Estoy ad portas y mi raciocinio me pide salir corriendo porque hay mucha gente y al mismo tiempo, un llamado ronco me urge ser parte de esa masa murmurante y que camina hipnotizada hacia el altar donde una imagen salida de la mente de Philip K. Dick, escenifica el sueño de Jacob, prediciendo la crucifixión de un hombre.

La imagen de Jacob es plácida para la sangre que representa, ha de ser un  psicópata Jacob, pienso, pero en esos tiempos el horror era pan diario y una crucifixión sería ahora como una muerte de piloto: no hay día sin ella.

Salgo a la calle abrumado a respirar el aire fresco de la noche antigüeña, necesito una cerveza porque tengo la boca amarga y eso, lo amargo lo quita. Regreso donde los Payeras y solicito una Gallo y una quesadilla de pollo que es demasiado para mí. Aun siento el sabor de las costillas de la tarde y guardo la mitad para el desayuno del otro día.

Miro el XQNo? Y me gusta. Es decoración ecléctica y minúsculo. Es un lugar breve y denso pero con alma grande y vida. Tiene una mesita redonda en la puerta donde una pareja fuma y se toma lentamente una botella de vino tinto y miran callados, el pasar de la gente.

En el primer piso está la cocineta donde José con pañuelo en la cabeza y vestido de negro (¿solidaridad con el futuro crucificado?) las hace de DJ gastronómico, mueve acá y allá, sazona, hecha, quita, pone y la plancha devuelve una música que despierta el apetito.

Su hermana Clau, encargada de la caja y el jefe de servicio, Luis,  que es pulpo lleva las comandas y productos a las 15 personas que tenemos abarrotado el lugar. 

Miro la pared llena de inscripciones de turistas que han venido a Antigua y dejan su marca, firman un trozo de pared con la displicencia budista: saben que ese acto pasará y que esta ciudad, les guardará en el olvido como hace con todo aquello que no tenga raíz de sangre, corozo e incienso. 


Esta ciudad me va a olvidar a mí, a todos, pero nadie olvida la ciudad esta con un serio caso de Alzheimer. Somos su memoria colectiva. Me doy cuenta que ya voy caminando hacia la casa, pensando en esas paredes altas que han visto otros tiempos, nunca mejores, sólo distintos.

A la vuelta de la esquina me encuentro de repente con el Nazareno de San Felipe, que se pasea bamboleante al ritmo de un redoblante seco que termina en un sonoro bombo. Allí va, es un rockstar rodeado de paparazzi fortuitos como su servidor, quiero verle el rostro pero se me oculta, me da la espalda y sólo veo su magnífico manto verde. Luego me hundo en una catarata, me cae encima, me ahoga.

Es la orquesta que me sorprende como un alud musical. Físicamente nada me duele, en mi corazón, tampoco, pero siento dolor compartido, miro a un anciano que carga con el rostro cruzado por lágrimas espesas y la vista fija en el horizonte de la nada. Este dolor es hijo del matrimonio de dos culturas unidas allá en la conquista, nosotros somos herederos de eso, por eso como sociedad nos herimos constantemente, unos a otros, con balas y palabras. Con racismo y servilismo.

Me dejo llevar por ese río de cauce lento, de agua vieja, de piedras ancestrales que se deslizan en la memoria colectiva y nos unen por instantes, en lo común , en el paso largo del tiempo que no cesa a pesar de sus caprichos. Hay un murmullo que se levanta e inclusive, esa pareja de gringos allá con sus cámaras, las bajan por un instante grabando a fuego la imagen. Esto les sobrepasa, es más viejo que ellos, más viejo que su país, ella, le toma el brazo al hombre, busca un punto de apoyo porque la marea, se la lleva. Acá, espantan, esta es una sociedad de fantasmas y se ganan a los que no la conocen.

Termino de llegar a la casa y abro una botella de moscato, enciendo la televisión por primera vez en el día. No la he extrañado, he visto un espectáculo mil veces mejor hoy, una obra de teatro viva (a pesar que hable de la muerte). No quiero ver noticieros, quiero ver otro tiempo, otra vida que me aleje de este fragor interno, las chimeneas de la memoria sacan volutas de humo, se me incendió el fuelle del pecho y las viejas cadenas de la infancia se arrastran y el fantasma aprisionado del niño que fui, se libera.

Me sirvo una copa y le digo a ese colocho cabezón que tengo a la par: Juan Pablo, vamos a ver la temporada 6 de Mad Men, mira ese de allí, es Don Draper…


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