(TODAS LAS FOTOS DE ESTA SERIE DE CRÓNICAS, SON DE MI AUTORÍA)
Como les dije, llegué y empecé mi
caminata hacia el parque que es como la aduana de Antigua, no sé porqué, pero
todo aquel que llega a la ciudad colonial debe ir a allá de principio para reportarse,
ubicarse y/o pedirle perdón por anticipado por los cagadales que se irán a
hacer.
Me gustan los excesos, no es secreto.
Así que me relamía los bigotes pensando en todos los lugares en que terminaría
como coyol de cachalote: hasta atrás y en aguas. Y algo pasó cuando llegué al
parque, algo que me cambiaría y haría verme al espejo: el día estaba precioso,
plácido, de estampa.
Parecía que había entrado en un mundo
paralelo donde nada era ajeno, todo era mío, los policías amables, los
vendedores, nada impertinentes, el canto de las aves era sincronizado, los
automovilistas atentos, los tuctuqueros era querubines y un ambiente de fiesta
sana se olía en el ambiente.
Estaba yo sentado asumiendo la ciudad,
cuando un muchacho de una veintena de años caminaba borracho y acosaba a unas
extranjeras que tomaban fotos de la fachada. Intentaba hablar inglés, pero la
verga que cargaba, lo hacía hablar ruso o turco, o cualquier dialecto
indochino. Daba lo mismo y daba pena.
No cabe duda, he cambiado. Tal imagen
me remitió a unos años atrás cuando trabajé allí como les conté. Y era yo un
latinlover en ciernes, un “guatemalancurious”, como dice mi amigo Paco Fión, es
decir, aquel que maneja ciertos conocimientos de historia, arte, política y que
mínimo, es bilingüe.
Esta herramienta del lenguaje sirve
para contextualizar a las extranjeras para que sepan que se está con un ser
pensante, un sensible, un cuasi artista, no cualquier maestrito de español o
bailarín de salsa.
El secreto es no llamarse ni asumirse
como tal, porque rompe el hechizo, es hacer todo lo que hace un artista, pero
jamás tomar como propio el oficio, nunca hay que presentarse como un ESCRITOR o
PINTOR o CANTAUTOR, noooo, noooo, uno “escribe”, uno “pinta”, uno “canta”. Nada
más. Ejemplo:
MATAPASIONES
Gringa: - ¿Ouuu y que hacer tu en este
bella país para vivier?
JP: - Pues soy escritor.
- Ouuu, interesanteuuu y cuantos
librouuss tu haber publish?
- Mmm, ninguno.
- Clarouuuu, tu ser mamón y mis padres
advertirme de assholes como tu que tienen más ego que talentouuu. Tu vete a
comer tu propia mierda.
- :(
CASACA
Gringa: - ¿Ouuu y que hacer tu en este
bella país para vivier?
JP: - Pues trabajo de lo que me gusta,
que es escribir sobre la cultura y el arte de mi país. Me gusta leer y en mis tiempos
libres, hago poemas.
- No puedo creerlouuu un periodista con
alma de poeta, ser pocouuus de tu especie.
- Ser poeta, no me gusta llamarme así,
soy apenas un aprendiz. Es un título demasiado largo, muy pesado, como 500 años
de conquista española.
- Pobrecitouuu, ¿te puedo invitar a un
traguitouuu?
- Claro gracias, que pena, no acostumbro
a hacer esto, no me gustaría porque tengo un texto a medio terminar y me está
viniendo la inspiración… pero los chapines… no, no me gusta llamarnos así
porque es un mote que los peninsulares le colocaron a los mestizos… prefiero
creer que tengo dentro de mí al espíritu de Tepeu que me bendice a los cuatro
vientos. Así que prefiero llamarnos Nietos de los mayas. Pero te aburro con mi
contexto sociocultural, mejor pidamos un cubetazo. Para cada uno. Ay, qué
pena… tu estás tomando una cuba, nada que ver, te me vas a cruzar. Mejor
sigamos con ron, pero del mejor ron del mundo… MESEROOOO, UNA DE ZACAPA… CUATRO
MINERALES, HIELO Y TRES PLATOS DE BOCAS DE CARNE! UNA CAJETILLA DE BLUE ICE, UN
ENCENDEDOR, CENICERO, DOS PLAYERAS DE ESAS CHILERAS QUE DICEN MONO LOCO, LA
CUENTA Y LA FACTURA… ¿a nombre de quién te pido la factura, va a ser tarjeta o
cash, baby?
- :D
Como les decía, ver al chico
veinteañero en esos trabajos, me dio un poco de ternura, mucha lástima e
instrospección. Ese era yo, ese mamarracho ebrio, ese judas vestido con
escombros, fui yo. Traicionando y mintiendo a cambio de la experiencia.
Vamos, este marinero ya está viejo para
salir a la caza de la ballena blanca. Y no me refiero a una holandesa que me
agarró de chinchín una noche y me sentó en sus piernas enormes. Era jugadora de
lacrosse y pesaba, como 2.5 juanpablos. Ahora con los años puedo reírme, pero
les confieso que temí por mi vida esa noche. Dios es grande. Muchas gracias
Virgencita del perpetuo socorro.
Puta. Estoy en el ombligo de la
guatemaltequidad por excelencia, donde se originaron las tradiciones que pueblan
la sique de todos nosotros. ¿Saben qué? Ya he chupado lo suficiente en mi vida,
voy a vivir la Semana Santa como un creyente, iré a las misas, los velatorios,
las unciones, las veladas, las procesiones, tomaré fotos y comeré. Comeré porque
tengo trompa, y veré todo esto porque tengo ojos.
Ya mucha acidez he vertido en este
puto planeta, es hora de regresar a mis orígenes de católico y vivir esto como
nunca lo he vivido. Seré un hombre humilde con lo que tengo, ya no más envidias
a Slim, Jobs o Zuckerberg. Pensaba todo eso, evaluando mi vida, cuando me dio
sed y entré a un bar restaurante llamado Casablanca donde en diciembre fuimos a
aprovechar la oferta 2X1 de tragos con Leslie Sechel, Alejandro Marré, Selene
Mejía, Pablo Bromo y María José Pérez.
Fue para el casamiento del gran amigo
y hermano Jaime Permuth, a la vuelta y donde la pasamos muy alegres haciendo lo
que mejor sabemos: chingar la pita y beber largo y tendido. Fue el afterparty a
dicho restaurante donde con algunos primos de la novia coreana, hablábamos el
universal lenguaje del guaro.
Entré ahora con voz decidida:
- Deme una micheladdd….
- (Mi conciencia: no Juan Pablo, deja el licor de lado,
sé sano)
- Puta mano, tengo sed.
- (Sí, pero hay otras opciones,
recordate del bolito en el parque, no querrás terminar así)
- Ejem… mesero, un jugo preparado. Doble
y en las rocas.
Estaba frío, picante y ácido. Me ayudó
a la sed y con el gaznate en llamas, decidí que era hora de empezar mis votos
de austeridad, y me fui a invertir Q500 en mi almuerzo al Tenedor del Cerro.
Aprovechando que es Miércoles Santo,
la gente aun no se viene en marabunta a la ciudad colonial, así que manejé
hacia el conocido restaurante del internacionalmente multipremiado hotel Casa
Santo Domingo. Cero licor y pedí un fruit punch que es refrescante y se
convirtió en mi vara para medir la capacidad de los restaurantes elegidos para
hacer bebidas naturales.
La tarde seguía perfecta, una brisa
primaveral acariciaba el lomo del cerro donde me encontraba y solicité una
ensalada de manzanas mixtas. Es una perfección a los sentidos, las manzanas
tricolores vienen cortadas en julianas, contiene además, albaricoque
deshidratado y lo coronan con vinagreta de tamarindo que me hizo cerrar los
ojos y disfrutar el astringente y dulce sabor. Yo le hacía competencia al sol
de radiante.
Mientras comía despacio empecé a leer
el libro Fauces de Byron Quiñónez y solicité un Pennettealla Papalina que me
vino demasiado al dente y la salsa muy aguada pero de precioso sabor. Traía
cubos de jamón ahumado de 1 x 1 Cm, muy bien cocido, eso sí, he comido mejores
Pennettes. Lo sé, ríanse, cabrones malpensados.
Para cerrar mi almuerzo, pedí las
costillas a la barbacoa y fue la mejor decisión que he tomado en mi vida. Esa,
y salir corriendo con el pantalón en la mano años antes, cuando la holandesa
que les conté quisiera propasarse conmigo y me pudiera partir el espinazo
cuando se me sentara encima. Si lees esto Meike, lo siento, estabas grandecita
y temí quedar inválido.
La carne de la costilla se caía al
contacto del tenedor, estaba en su punto, suave, jugosa y la barbacoa, era la
segunda venida de Cristo. Perdón por la comparación, pero es semana santa y
tengo el espíritu religioso a flor de piel. Las degusté despacio, mordiendo
cada trozo de carne mientras miraba el atardecer llegar.
Las aves cantan en ese cerro. Toda
Antigua canta con el sonido de las aves. Es una tarde perfecta y me encanta
poder estar con este grado de ¿madurez? en este espacio. Sentado, analizando la
obra divina, es decir, lo que nosotros pensamos que Dios hace para él, a través
de nosotros. De cómo le construimos, le idealizamos, frente al gran vacío
universal.
¿Quién en otro planeta come lo mismo y
lo piensa? Las grandes preguntas de Fernando Pessoa las cantan las aves. Yo me
sigo sumergiendo en las obras densas, las situaciones negras de Fauces, por
fuera hay aves del paraíso, por dentro, una manada de perros negros destroza a
una procesión.
Termino el capítulo y salgo a caminar
en las instalaciones del Comedor del Cerro. Está jardinizado, tiene un aviario
con pericas y pericos de todos colores, es un museo al aire libre, tiene obras
de González Goyri, Efraín Recinos y varios artistas nuevos. Es un diálogo de
arte intergeneracional, las familias caminan dejando de lado el arte que allí
está, observándolos de vuelta.
Hay una estatua de Recinos allí, en
bronce, de tamaño natural. Le hace justicia pero hay un detalle que me mata: el
escultor lo hizo con zapatos Crocks. Puta madre, pienso, ser eternizado en
tales adefesios calzatoriales, ha de ser un pago por algo. Pobre el master.
En fin, sólo los niños ponen atención
al arte, ellos comulgan con las obras y piden explicaciones que no es necesario
tener un doctorado en bellas artes para entender, pero los padres los ignoran.
Camino despacio dentro de un sótano circular con obras colgadas, estoy sólo
allí dentro, en una nave que recibe las voces del exterior y reflexiono, algo
se rompe dentro mío, algo cambia, tengo preguntas y una vocecita de niño
aparece en escena.
Por un instante pienso que es mi niño
interior saliendo a reclamarme años y años de huídas y traiciones a mí mismo,
pero no, es un niño pidiéndole a su padre que hagan el recorrido y la lectura
de un poema de Humberto Ak´abal escrito en la entrada, el texto se llama el
Jaguar y es precioso, cada verso está escrito en piedras en el suelo y hay que
seguirlo, haciendo el sinuoso y errabundo caminar del felino.
- Papi, hagamos el recorrido.
- No.
- Es cortito, papi, ¡Léeme qué dice acá!
- No mijo, no hay tiempo, además pueden
ser palabras de albañil.
- ¡Pero tienen dibujitos!
El niño vencido en su diminutez se
deja acarrear a un mirador ubicado 40 metros más adelante donde el papá, reúne
a la familia, extrae el selfiestick y hace una fotografía. Toma el celular el
señor, que tendría mi edad, teclea la pantalla y puedo imaginarlo escribiendo
en su perfil de Facebook: "paseo cultural con la familia".
Una vez cumplido el compromiso de red
social, los niños se quedan corriendo por la explanada persiguiendo mariposas
que se posan en el suelo, leyendo ellas sí, los poemas escritos en la tierra,
que no importa quién los haya puesto, si un poeta, un albañil o un ratón. Es la
tierra la que manda las señales y son los más humildes seres, los más
inocentes, los que escuchan esa voz. La risa de los niños es su forma de volar,
son sus alas.
Las mariposas vuelan y yo camino con
las manos en las bolsas de mi pantaloneta, me siento derrotado a pesar del
banquete que he comido una hora antes. En honor al niño, hago el recorrido del
poema. Lo leo despacio y en voz alta, empieza en el primer ladrillo con el título, luego cada verso está
escrito en otro y así hasta el final:
Jaguar
Otras veces soy jaguar,
corro por barrancos,
salto sobre peñascos,
trepo montañas.
Miro más allá del cielo,
más allá del agua,
más allá de la tierra.
Platico con el sol,
juego con la luna,
arranco estrellas
y las pego a mi cuerpo.
Mientras muevo la cola,
me echo sobre el pasto
con la lengua de fuera.
Estoy cansado y triste. Es hora de
irme.
---
Sigo caminando y empieza
a anochecer. Me dirijo hacia la Escuela de Cristo que será mi centro de
operaciones religiosas, el contacto con ese mundo desconocido del catolicismo,
mi conejillo de indias para acercarme a vivir las fiestas más importantes de
la Iglesia Católica alrededor del mundo.
El empedrado. El maldito empedrado, ni
siquiera podría irme en bicicleta para el lugar, acá todo es caminar y torcerse
los tobillos y usar tenis porque unas mocasinas de suela de cuero, sería como
andar patinando.
Estaba en esas cavilaciones cuando me
topé con los hermanos Payeras en su barcito llamado XQNo? (¿Por qué no?) y los
saludé efusivamente, son un amor los tres Clau, José y Luis, me caen bien y son
talentosos artistas y luchadores empresarios, tienen una pequeña cocina para
platos relativamente simples, de fácil hechura, excelente sazón y tiempo de
espera, de cinco minutos. Quedé de pasar de regreso.
La feria se abría como los brazos de
una familia, los olores y colores me daban la bienvenida en la calle que lleva
directamente al atrio, vi allí cosas inverosímiles como las piñas coladas con
los rostros dolientes de Jesús y la Virgen María, un contraste maravilloso de
dolor, color y sabor. Las bauticé como las Sad Piña Colada.
Elotes, churros, pizza, chéveres,
tostadas, chuchitos, corbatas dulces, café con pan, vendedores ambulantes de
juguetes y la gente, la gente caminando lentamente, viendo lo mismo que miran
todos los años, saludando a las personas que saludan a diario, comiendo lo
mismo de la cotidianidad.
Las procesiones no son un acto de fe,
son un acto social, es la fiesta máxima de un pueblo doliente que ha vivido al
borde de la muerte, donde la tragedia le hunde la cara en terremotos, en
aludes, en políticos corruptos, en delincuencia atroz, en el cambio natural de
los tiempos.
Acá se celebra el dolor porque no se
puede celebrar otra cosa, el pueblo de Guatemala es una herida que a ratos
encostra y a ratos sangra, sin sanar completamente. Entiendo esto cuando miro a
una muchedumbre intentando entrar a la iglesia donde han hecho el Altar de
Velación de la Consagrada imagen del Señor Sepultado. Este año se llama El
Sueño de Jacob y es alucinante.
Estoy ad portas y mi raciocinio me
pide salir corriendo porque hay mucha gente y al mismo tiempo, un llamado ronco
me urge ser parte de esa masa murmurante y que camina hipnotizada hacia el
altar donde una imagen salida de la mente de Philip K. Dick, escenifica el
sueño de Jacob, prediciendo la crucifixión de un hombre.
La imagen de Jacob es plácida para la
sangre que representa, ha de ser un
psicópata Jacob, pienso, pero en esos tiempos el horror era pan diario y
una crucifixión sería ahora como una muerte de piloto: no hay día sin ella.
Salgo a la calle abrumado a respirar
el aire fresco de la noche antigüeña, necesito una cerveza porque tengo la boca
amarga y eso, lo amargo lo quita. Regreso donde los Payeras y solicito una
Gallo y una quesadilla de pollo que es demasiado para mí. Aun siento el sabor
de las costillas de la tarde y guardo la mitad para el desayuno del otro día.
Miro el XQNo? Y me gusta. Es
decoración ecléctica y minúsculo. Es un lugar breve y denso pero con alma
grande y vida. Tiene una mesita redonda en la puerta donde una pareja fuma y se
toma lentamente una botella de vino tinto y miran callados, el pasar de la
gente.
En el primer piso está la cocineta
donde José con pañuelo en la cabeza y vestido de negro (¿solidaridad con el
futuro crucificado?) las hace de DJ gastronómico, mueve acá y allá, sazona, hecha,
quita, pone y la plancha devuelve una música que despierta el apetito.
Su hermana Clau, encargada de la caja
y el jefe de servicio, Luis, que es
pulpo lleva las comandas y productos a las 15 personas que tenemos abarrotado
el lugar.
Miro la pared llena de inscripciones de turistas que han venido a
Antigua y dejan su marca, firman un trozo de pared con la displicencia budista:
saben que ese acto pasará y que esta ciudad, les guardará en el olvido como
hace con todo aquello que no tenga raíz de sangre, corozo e incienso.
Esta ciudad me va a olvidar a mí, a
todos, pero nadie olvida la ciudad esta con un serio caso de Alzheimer. Somos
su memoria colectiva. Me doy cuenta que ya voy caminando hacia la casa,
pensando en esas paredes altas que han visto otros tiempos, nunca mejores, sólo
distintos.
A la vuelta de la esquina me encuentro
de repente con el Nazareno de San Felipe, que se pasea bamboleante al ritmo de
un redoblante seco que termina en un sonoro bombo. Allí va, es un rockstar
rodeado de paparazzi fortuitos como su servidor, quiero verle el rostro pero se
me oculta, me da la espalda y sólo veo su magnífico manto verde. Luego me hundo
en una catarata, me cae encima, me ahoga.
Es la orquesta que me sorprende como
un alud musical. Físicamente nada me duele, en mi corazón, tampoco, pero siento
dolor compartido, miro a un anciano que carga con el rostro cruzado por
lágrimas espesas y la vista fija en el horizonte de la nada. Este dolor es hijo
del matrimonio de dos culturas unidas allá en la conquista, nosotros somos
herederos de eso, por eso como sociedad nos herimos constantemente, unos a
otros, con balas y palabras. Con racismo y servilismo.
Me dejo llevar por ese río de cauce
lento, de agua vieja, de piedras ancestrales que se deslizan en la memoria
colectiva y nos unen por instantes, en lo común , en el paso largo del tiempo
que no cesa a pesar de sus caprichos. Hay un murmullo que se levanta e
inclusive, esa pareja de gringos allá con sus cámaras, las bajan por un
instante grabando a fuego la imagen. Esto les sobrepasa, es más viejo que
ellos, más viejo que su país, ella, le toma el brazo al hombre, busca un punto
de apoyo porque la marea, se la lleva. Acá, espantan, esta es una sociedad de
fantasmas y se ganan a los que no la conocen.
Termino de llegar a la casa y abro una
botella de moscato, enciendo la televisión por primera vez en el día. No la he
extrañado, he visto un espectáculo mil veces mejor hoy, una obra de teatro viva
(a pesar que hable de la muerte). No quiero ver noticieros, quiero ver otro
tiempo, otra vida que me aleje de este fragor interno, las chimeneas de la
memoria sacan volutas de humo, se me incendió el fuelle del pecho y las viejas
cadenas de la infancia se arrastran y el fantasma aprisionado del niño que fui,
se libera.
Me sirvo una copa y le digo a ese
colocho cabezón que tengo a la par: Juan Pablo, vamos a ver la temporada 6 de
Mad Men, mira ese de allí, es Don Draper…
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