(Sátira publicada el 17 de Junio 2016 en Revista Contrapoder)
La temporada lluviosa se nos deja venir encima
nuevamente este año con su cuota de esperanza, sorpresas y tantos estragos que
ya debería de ser inscrita como partido político. Le presento acá una breve
guía para sobrevivirla y que no muera en el intento. Claro, al menos que viva
en zona de riesgo…
¡Ah, la lluvia y su mano de vida que reverdece todo donde
pasa! Luego de los ardientes veranos que nos tiene sudados cuales marranos,
aparece la esperanza en el horizonte: los bellos cúmulos nimbo al compás del canto
del cenzontle.
Todo es alegría con las primeras lluvias, las aves cantan
diáfanas, las plantas se levantan prístinas, la tierra nos adorna las tardes
con el preticor que inunda los sentidos, los niños saltan charcos como
queriendo saltar el tiempo, mientras las mascotas corren con la lengua de fuera
disfrutando ese instante digno de una postal.
Lo anterior es una vil mentira, todos aquellos que
transitamos en horas pico la ciudad lo sabemos, podemos ver las nubes grises de
la desesperanza que se derriten sobre nosotros con odio, inundando los
tragantes, asfixiando los carburadores, deslizando los autos rumbo al inevitable
choque, derrapando las motocicletas, empapando a los peatones.
La temporada lluviosa es para el egoísta citadino, una de
las peores para estar vivo, “Ojalá se hubiera volteado la lancha en el lago de
Amatitlán cuando fui a ver al niño de Atocha y me hubiera ahogado, y no tener
que crecer para vivir este tráfico maldito”, piensan varios en su desesperación.
Porque el tráfico se incrementa a niveles apocalípticos ya
que nadie en su sano juicio quiere andarse mojando en el transporte urbano, al
menos que su uniforme de trabajo sea el de un hombre rana y le toque vestirse
de neopreno de cabo a rabo.
De lo contrario, aprovechando los precios bajos de los
hidrocarburos, prefiere sacar su automóvil y lanzarse a la cascada vehicular
que se arma día a día rumbo a los edificios de oficinas en zona 1, 4, 9, 10, 13
y 14. Sumado a que es preferible oler el pinito aromático que cuelga del retrovisor
junto a un zapatito de bronce y su primer CD de Hombres G, que el olor a
caballeriza mojada que despiden los buses de servicio urbano y extraurbano.
Pero no es culpa del grueso poblacional que no pueda
bañarse como se deba, sucede que los veranos ahora se alargan más de la cuenta
y no llega suficiente agua a las colonias para bañarse.
Así que, si usted se identifica con este último caso, le
recomiendo que antes de salir de su casa, en vez de gelatina para el cabello,
se unte el champú y lleve una pastilla de jabón en la bolsa del pantalón; así cuando
se moje a media calle en un chubasco, de una vez aproveche y se bañe, lave ropa
que carga puesta y la desagüe antes de llegar a casa. Nada mejor que dormir el
sueño de los justos, limpio como anuncio de detergente.
Pero cuidado, no vaya a decir algo acerca que no llueve
por el cambio climático, no sea que se jefe sea un férreo detractor de tal
fenómeno mundial y le mande a la calle para que vaya a pregonar sus ideas
comunistas a otro lado. No hay nada más deprimente que ser un desempleado en
época lluviosa. * Inserte música de violín triste.
Entre los males que agobian al guatemalteco, están la
política, la ineptitud al futbol, sus propios vecinos, la política (sí, ya lo
había dicho, pero es tan mala que vale por dos), un estado debilitado, una
élite reaccionaria y egoísta y las estaciones del año. Así es, como lo lee,
ahora la misma naturaleza conspira para terminar de jodernos.
Si es verano, el sol abrasador tuesta los cultivos; si
llueve, el agua ahoga los sembradillos; si hace frío, la mordida gélida mata
las plantas. Pero, recuerde, que nada de eso es culpa del cambio climático, es
únicamente una conspiración de esos ecoterroristas que quieren acabar con la
propiedad privada. Es un menjurje de los vividores que no quieren que usted
trabaje. Pinches ecoguerrilleros, dictan los tanques de pensamiento
conservadores.
Repítalo mientras un cerro se le viene encima de la
cabeza, o su casa es llevada en hombros por un río rumbo a la nada: NO HAY
CAMBIO CLIMÁTICO. Gracias RedHombresRana.
La lluvia es acaso, el escupitajo del cielo a una sociedad
desarreglada, sucia, neurótica, dejada y completamente obnubilada viendo su
ombligo mientras otros hacen de esto, su campo de juego. Es muy fácil
aprovecharse de las características anteriores para decir que las calles y
avenidas de la urbe se inundan porque la gente tira basura en las calles.
Es más barato convencer de ello a invertir dinero, tiempo,
proyectos de infraestructura para resolver el alcantarillado y citar a la
prensa al lago de Amatitlán para mostrar que somos unos coches mientras una
retroexcavadora saca cucharones de basura del lago. Esto desvía la atención
pública que no hay un plan efectivo de tratamiento de aguas municipales ni de
desechos sólidos. “Malaya”, se duele una ex vicepresidenta en la cárcel.
El político nunca tendrá la culpa de nada. Ya lo vimos el
año pasado en la tragedia de El Cambray, donde el pin pon de culpas sigue en la
mesa. Un tema ya superado, si me preguntan, al igual que el Mitch, el Stan,
Agatha y la depresión tropical E12, a pesar que los damnificados por tales
tragedias naturales, sigan… bueno, damnificados.
Ya que como sociedad nos caracterizamos por ser solidarios
(una forma de excusar que somos “reactivos”, no “previsores”) le recomiendo que
para ahorrarse unos quetzales, empiece a comprar víveres de una vez para apoyar
la tragedia de este año - que la habrá -, así también se adelanta a la
especulación de precios para esos casos.
Pero no hay que ser tan trágicos, lo sé, la lluvia es
esperada a todo nivel y en toda clase social. Sí, hasta los grandes finqueros
esperan la temporada lluviosa para que se calmen las aguas de la sociedad civil
en el tema de desvío de ríos, cuencas para la agricultura y represas, que secan
los cauces kilómetros abajo.
Sí, cuando llueve a cántaros los ríos se desbordan y el
agua no falta en ningún lado, al punto que llega hasta la cocina de las
comunidades, y no es que llegue entubada, simplemente se rebalsan de su tránsito
natural e inunda las aldeas que meses antes morían de sed y luchaban por
liberar los afluentes entrampados hacia los monocultivos.
Pinche agua malvada que hasta ella misma conspira contra
la gente que la añora.
Ojalá el INGUAT tenga a bien cambiar el histórico eslogan
que identifica a este terruño y modificar aquello de “Guatemala, país de la
eterna primavera”, a “Guatemala, país de la eterna jodedera”. #PerhapsYouNeedALittleChingadera
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