(Guatemala 2020, era post CICIG)
¡¡¡Hola
muuuuuchis!!!! Varios me han preguntado por mis redes que por qué he estado tan
calladote respecto del acontecer político nacional. Pues déjenme decirles para
solventar cualquier duda, que he estado haciendo un Connie Porras: observante.
Como quien dice,
haciendo ni mierda, pues. Pero como me debo a ustedes, mis lectores, he
decidido a retomar el hábito de opinar a través de la palabra escrita y así,
dejar de ser un tuitero que tanta vergüenza le ha traído a mi familia.
Así que regreso a
ser un bloggero, que, bueno, tanta vergüenza también le ha traído a la familia.
La política en
Guatemala no ha cambiado nadita desde el 2015. Para cambiar esta realidad
deberá pasar muchos años, mucha paciencia, mucho trabajo y mucha gente con
ganas de hacer las cosas bien. Mientras tanto, a seguir chupando llanta.
Guatemala es un
país arraigado a sus tradiciones. Y las tradiciones son religiosas, ergo,
conservadoras. Guatemala es un país conservador que poco a poco empieza a abrir
los ojos a otro mundo, a otra realidad de alcance global.
Y se asusta al
ver que el planeta avanza más rápido que su entendimiento. Sucede que ahora la gente del mismo sexo se casa, que hay mujeres que no quieren ser madres, que existen países donde no se tolera la corrupción, o que el
Estado es eficiente, o las empresas éticas, o que la justicia es independiente
y funcional.
Acá seguimos
hundidos en el compadrazgo, la transa, el mercantilismo, la politiquería
marrullera, un Estado enorme y estancado que se debe a sus líneas de corrupción
y no a la sociedad que sirve. Un lugar donde se legisla desde el púlpito de las
iglesias.
Pero, queridos
conservadores, sus días están contados, lo siento. Si el conservadurismo como
modo de vida fuera lo “verdadero” o “el camino”, pues seguiríamos hundidos en
el medioevo y en el más profundo oscurantismo. No lo digo yo, lo dice la
historia y a las pruebas me remito.
¿No queremos que
existan cambios en Guatemala? Bueno, cerremos fronteras, bloqueemos el internet
y regresos a los tiempos de Tata Lapo, o mejor aún, de la Colonia. Aunque
sabemos, que eso es imposible.
“Más vale lo
viejo conocido, que lo nuevo por conocer”, somos un país de refrenes en que se
vive añorando el yugo, el látigo y la violencia como norma social. En que se
defienden posturas radicales antes que el diálogo y encontrar puntos en común. Si
algo no sirve, es mejor dejarlo así y voltear la vista a un lado. No hablar de
lo malo, no señalarlo porque es de "malos guatemaltecos". Uy.
Amigos, la crítica
es un conjunto de observaciones y juicios personales que sirve para examinar o
juzgar un fenómeno o persona. Esta no necesariamente debe de venir acompañada
de una solución a lo que se observa. Como falsamente se ha hecho creer.
Usted
puede decir: “Ese edificio está mal construido, porque está torcido y
cayéndose” y no tiene que salir con planos estructurales y de correlación de
fuerzas para solucionarlo. A veces los expertos, necesitan saber que algo está
mal para tomar acciones y entre más se diga, más voces se sumen, más se expande
el fenómeno y/o urgencia del tema.
Así que lo digo
claro: el país está hundido por muchas razones. Primero y creo que es la más
importante: no involucrarse en política. Yo provengo de una generación (la X) en que se nos enseñó
que la política era una mierda y que andar metido en ella era sinónimo de
muerte y corrupción. Es decir, o te alineabas a la corrupción o te mataban, y como lo sabemos, así diezmaron a generaciones de políticos y pusieron un hálito
de miedo sobre el tema.
Quedaron así, los
peores, los corruptos, los que hicieron del Estado y sus procesos un modo de
vida altamente rentable. Básicamente capturaron el Estado para hacer de sus
instituciones, su piñata. De allí nacieron fortunas.
La academia, el
empresariado responsable, el ciudadano, se alejó del quehacer político para no
verse inmiscuido “en cosas malas”. Tremendo error: le dejamos la política a los
peores zánganos que hundieron el país en lo que ahora vivimos: redes de
corrupción intrincadas, desfalcos descarados al Estado, clientelismo
hereditario, violencia y descreimiento en las instituciones.
Guatemala es un
barco a la deriva. Toca recuperarla, llevarla al astillero y hacer un esfuerzo
conjunto para salvarla. Ya somos un narco estado. O le quitamos el poder a las
estructuras criminales paralelas, o nuestros hijos sufrirán las consecuencias
del abandono que por generaciones hemos dejado en mano de políticos ineficaces.
Estas estructuras
corruptas pelearán con uñas y dientes por mantener el poder, su estatus, su
modo de vida. Lo harán de muchas maneras, legales e ilegales, recurrirán a
muchos recursos legislativos y comunicacionales. Contratarán sicarios de la
pluma, sicarios de pistola y fusil de asalto, sicarios políticos y
periodísticos, netcenters, se harán las víctimas, desestimarán cualquier avance
en materia de justicia.
Se aprovecharán
de su fe – de la suya, que me lee - para
espantarle, somatarán a Dios sobre la mesa y las pantallas de las computadoras,
le dirán que viene el comunismo avanzando como un lobo que se comerá a sus
hijos, a sus bienes materiales y espirituales.
Le dirán que los
gays están acá para convertir en gays a sus hijos, en lesbianas a sus mujeres,
en travesti al pobre abuelo que ya ni se le para, ni está para gozar una buena horchata; que usted se irá preso porque tiene cola que le
machuquen, que Soros es el omnipresente poder socialista, que las Naciones
Unidas es el nuevo Kremlin, que los Estados Unidos es un ejército rojo, que no
a la intervención extranjera, pero que Israel, Israel, que bonito es Israel
(sale bailando Jimmy con Delfin Quishpe).
Los pastores de
las iglesias que formaron a los políticos turbios espumaearán por el hocico, el
cura vociferará desde el púlpito y usted se va a asustar. Claro que sí. No se
ahueve, no es el único. Pero recuerde algo:
1 comentario:
Excelente columna, sin duda hay verdad y crudeza en cada línea. Nuestra Guatemala necesita más escritores como vos. Saludos cordiales.
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