Hace 44 años me dispararon a la vida. Nací. Según el promedio de expectativa de vida de mi país (73 años, 3 meses), ya he vivido el 60% de mi tiempo en este planeta. Para los más jóvenes, esto significa que me queda 40% de batería en el celular.
Vine al mundo en el día internacional del teatro. Acaso de allí mi amor a las artes, mi sino atado a la tragicomedia. No lo sé, entre más viejo menos conoce uno del mundo y de la vida, por más que leo, investigo y pienso, nada me llena. Uno nace vacío y pasa el resto de su vida tratando de llenarse, sin éxito.
Cumplo 44 años en medio de una pandemia, a medio verano. No estoy para celebraciones, no se puede. El ritmo del mundo moderno ha desacelerado y no hay mal que por bien no venga, hay incertidumbre, sí, pero prevaleceremos. La calidad del aire ha mejorado, a las cinco de la tarde – hora pico – se escucha lo que habíamos olvidado: trinos de aves y luego silencio. Hermoso y bendito silencio.
Vemos más al cielo, al menos yo lo hago, y empecé a cuidar el jardín y un pequeño huerto en el fondo del mismo. Ha de ser cosas de la edad. Salir a regar y ver a la breve vida de los insectos acontecer, ajenos a nuestras preocupaciones. Al dolor y al hambre y a la muerte y a la danza política y el que vamos a comer mañana y a los intereses sectarios. El antropocentrismo nos ciega.
Cumplir años en medio de una pandemia nos toca a muchos, pero siempre ha sido así. La humanidad brinca de crisis en crisis, no es nuevo y acá seguimos. Los individuos perecen, la manada, continua. El determinismo – vaya – parece ser otra cosa de la edad.
¿Qué haré hoy? ¿Qué haré el resto de mi tiempo? No sé. Estar abierto al amor, recibirlo y darlo a manos llenas. Gozar esos detalles que nos construyen la cotidianidad, la esperanza, el cambio, siempre el cambio como pendón, la libertad que supone estar vivo.
En la mañana me levanté, hice yoga y fui a preparar el desayuno. Tenía antojo de un omelette, y empecé a tomar los ingredientes, huevos, hongos, gouda, jamón curado y cuando llegué a las papas, agarré una que había empezado a germinar. Vaya señal.
Fui a mi huerto y amorosamente la planté, hay que pensar en el futuro. La vida es corta y muy frágil.
7 comentarios:
Buen texto.
Un abrazo
Buena mano. Saludos
Siento llegar tan tarde a dar un abrazo tan importante. Pero, no confundas la tardanza, con la falta de cariño. Te abrazo fuerte.
Siempre he querido un huerto propio!. Ojalá algún día me enseñes :).
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